viernes, 15 de marzo de 2013

Habemus Papam

   
Sorpresa, si hay una palabra que defina la elección del nuevo Papa, es esa. Está en todos los medios de comunicación, sorpresa porque es jesuita, sorpresa por el nombre que ha elegido como Papa, sorpresa porque no era uno de los que se barajaban como favoritos...Que uno de los papables sea elegido como tal, a mí tampoco me parece tal sorpresa. 

Para mí, sorpresa sería que Justin Bieber fuese elegido Papa (esto no lo han pensado detenidamente, pero esta opción resolvería, de golpe, el problema de la escasez de nuevas vocaciones). También sería sorpresa que el nuevo Papa declarase, en un alarde de sinceridad sin precedentes, lo que muchos sospechan desde hace tiempo y que nadie nos tomamos en serio: que es reptiliano y que su estirpe conspira desde la sombra desde hace mucho. O simplemente, constituiría una gran sorpresa el hecho de que el nuevo Papa fuese mujer, porque tan improbable es esta posibilidad como cualquiera de las anteriores.

La mujer brilla por su ausencia en los órganos de poder de la Iglesia. Su presencia en esta es meramente secundaría y siempre bajo las órdenes del hombre. Esta situación que se prolonga desde siglos y, que no parece tener ningún propósito de cambiar, no ha sido siempre igual.

En las primeras comunidades cristianas la mujer era considerada una más. Una compañera que junto al hombre ejercía una importante labor evangelizadora. Predicaban y enseñaban el evangelio, fundaban iglesias y eran lideres de algunas de ellas. Este papel igualitario de la mujer en esta nueva iglesia que nacía, hacía que destacase sobre el resto de religiones existentes que se caracterizaban por su misoginia. Fue esta faceta liberal con respecto a la mujer una de las causas que condujeron a la buena aceptación de la nueva doctrina, a su rápida difusión y al gran número de seguidores que en poco tiempo lograron.

De la labor de estas mujeres existen los testimonios que Pablo dejó por escrito en las numerosas epístolas que mantenía con las distintas comunidades cristianas. Así, aparecen mencionadas Evodia y Sintique (definidas como "luchadoras del evangelio"), Prisca (colaboradora), Febe (diácona y protectora de la iglesia de Céncreas) y Junia, a la que Pablo consideraba como "ilustre entre los apóstoles" y que, en la Edad Media fue transformada en varón, para que no apareciese una mujer apóstol, (sobre el verdadero sexo de Junia existe una gran polémica, todavía sin aclarar, aunque todo parece indicar que fue mujer). 

La expansión, cada vez mayor de Roma, produjo un efecto colateral de difícil solución para el Imperio: demasiadas culturas distintas bajo un mismo poder. Roma necesitaba encontrar el modo de aglutinar aquella profusión de culturas que, no tendían más que a dispersarse del poder imperial. La solución la halló en la religión, una única para todo el imperio y la elegida fue el cristianismo. *

En el año 325 Constantino convocó, lo que actualmente conocemos como el Concilio de Nicea I. En él, declaró la legalidad del cristianismo en el Imperio. Paradojicamente, aquella religión perseguida años antes por el Imperio romano era escogida para unificar este. ¿Porqué? Todo apunta a una simple cuestión práctica, esta nueva doctrina era aceptada bien allá donde llegaba, se expandía rápidamente y mucha de la soldadesca romana al igual que parte de la aristocracia la practicaban (entre ellos la madre del propio emperador, que sería más tarde conocida como Santa Elena). Bajo el lema: "Un Dios, un emperador, una iglesia, una fe", Constantino no solo legalizó el cristianismo sino que facilitó el camino para que pronto fuese la religión del imperio.*

Esto supuso un gran espaldarazo para el cristianismo que comenzó a crecer como la espuma (así, como el inicio de un acompasado baile con el poder establecido, que a día de hoy no ha cesado), y el principio de la discriminación de la mujer en la Iglesia, que bajo el mando de Constantino adoptó la forma patriarcal del paganismo existente en Roma y comenzó a desplazar a las mujeres de las tareas evangelizadoras y fundadoras, relegándolas a la sombra. 

En la Edad Media este desplazamiento tornó en persecución, hasta conseguir la total incapacitación de la mujer para acceder al poder eclesiástico, que permanecerá vetado para ellas, por los siglos de los siglos. Amén.




Enlaces:

http://en.wikipedia.org/wiki/Junia
http://entretejiendoinstantes.blogspot.com.es/2011/11/concilio-de-vienne-ii.html

Fuentes:

http://es.wikipedia.org/wiki/La_mujer_en_las_ep%C3%ADstolas_de_Pablo_de_Tarso
* "El catolicismo explicado a las ovejas" Juan Eslava Galán. Editorial Planeta, 2011.