jueves, 31 de mayo de 2012

La Casa de las Siete Chimeneas y la pasión de Felipe II


La Casa de las Siete Chimeneas es uno de los edificios más conocidos tanto del Madrid histórico como del Madrid misterioso. Un edificio sobre el que recaen diversas leyendas, he leído unas cuantas sobre este edificio, en guías de Madrid, en páginas sobre misterio y sobre historia, algunas coinciden, otras son versiones distintas. Creía que sobre esta casa estaba todo contado, no esperaba encontrar nada nuevo y menos que me sorprendiese, pues me equivocaba, que Felipe II te dé  su versión sobre esta  leyenda  es algo nuevo, por lo menos para mí. Ha sido una sorpresa encontrar esta versión que Ricardo de la Cierva ha puesto en boca de nuestro "rey prudente".  No solo me ha sorprendido, si no que creo que es la versión que más me ha gustado, por tanto, paso a reproducirla para todos aquellos que no la conozcan y que disfruten con la historia y el misterio.




"Era hija de uno de mis monteros, y emparentó por matrimonio con una de las familias más nobles de Madrid, los Zapatas, que no cejaron hasta inclinar mi decisión-ya muy meditada y favorecida- de trasladar a la acogedora y aireada villa la Corte de todos mis reinos. Mi montero era, naturalmente, de familia hidalga pero sin recursos; pero la belleza de su hija deslumbraba de tal modo en la Corte que con los dineros que recibió de un hermano que medraba en Nueva Castilla compró un coto en las afueras de Madrid, frente al cerro de Buenavista, donde empleó las mandas del hermano para construir un pequeño palacio conocido por sus siete chimeneas, donde reinase tan impar beldad. Entonces y entre centenares de pretendientes la casó con Zapata, un capitán de mi guardia, de la que ella se enamoró perdidamente. Yo les conocí cuando una tarde mi montero me condujo a la casa, después de holgarme entre las gentes que llenaban un cerro vecino con sus juegos y corros; y quedé tan embelesado que sin pararme a recordar el ejemplo del rey David hice que se ofreciera al capitán un jugoso destino en los Tercios de Italia, de los que nunca volvió. No me ofrecieron obstáculos ni la bella ni su padre, y gocé varios meses de mi amor ardiente, con mengua de la discreción y hasta peligro para mi salud. Sospecho que el jefe de aquella familia, el Zapata que llevaba el titulo de conde de Barajas, no me perdonó jamás la deshonra y a eso atribuyo tanto sus maniobras rayanas en la traición, aunque explicables por el rencor, como mi condescendencia en ahorrarle el castigo. Dejé de ver a Elena, la más honda pasión de mi vida, al partir para la jornada de Inglaterra, y allí supe que otro pretendiente despechado  ante sus negativas la apuñaló en la cama. El padre, enloquecido, ocultó el cadáver y sospecho que llegó a emparedarla, como dijeron por Madrid algunos de la casa. Ordené desde Inglaterra que se buscase el cadáver y al asesino, pero inútilmente; y el padre se colgó a poco allí mismo. Luego la casa de las siete chimeneas fue comprada por alguien que no temía a las leyendas, Juan de Ledesma, secretario de Antonio Pérez; y otros potentados que contribuyeron a su triste fama con nuevas desventuras. Quién sabe si allí sigue insepulto el gran capricho, la gran pasión de mi vida"


Fuentes:
"Yo, Felipe II". Ricardo de la Cierva. Ed: Planeta De Agostini, 1996