miércoles, 4 de enero de 2012

Día de Reyes.



Sus gritos los despertaron muy temprano, entró como un torbellino en la habitación y con los ojos como platos- ¡Papiiiii, mamiii, ya han venido! ¡Mira lo que me han traido! ¡La muñeca que les pedí, no es la más chula del mundo!!


Ambos se miraron con mirada cómplice y una sonrisa satisfactoria, estaba claro que había merecido la pena. Las horas perdidas buscando la "dichosa" muñeca, el ir y venir de uno a otro centro comercial, el patearse la ciudad a ver si en alguna perdida tienda pequeña la encontraban, el madrugón para hacer colas imposibles, incluso la bronca con aquella estúpida encargada de la juguetería, todo, absolutamente todo estaba plenamente recompensado solo con ver su carita de ilusión.


Cuando Alicia le pidió a los Reyes Magos: "la monster high, hija del hombre lobo", ninguno de los dos podía imaginar que no era una muñeca cualquiera. Un par de visitas a unos grandes almacenes y el comentario de las vendedoras -está agotada, es la muñeca de moda, si quieren reservarla pero no puedo prometer nada- bastó para que se hiciesen una idea, esta iba a ser una tarea complicada. Ahora viéndola jugar con ella tan ilusionada sabían que el esfuerzo había sido pequeño en comparación con la alegría de verla tan feliz.


Después de un día de tantos nervios fue difícil lograr meter a Alicia en la cama, pero al final agotada claudicó y se durmió abrazadita a su muñeca nueva. Su madre entró en su habitación como todas las noches a darle un beso. Cerró las cortinas para que la luz de la mañana no la despertase. Al cerrar las cortinas no se fijó en la enorme Luna Llena que presidia el cielo aquella noche, si lo hubiese hecho tampoco habría sabido lo importante que esa Luna iba a ser en sus vidas.




La noticia salpicó todos los medios, el brutal asesinato, algunos hablaban de carnicería, de una familia al completo, el padre, la madre y una pequeña niña de 7 años. El juez ante la gravedad y lo complicado del caso decretó el secreto de sumario, así que los medios se dedicaron a especular; lo cierto es que a nadie le entraba en la cabeza que alguien hubiese cometido tamaña salvajada. 


La policía andaba loca, no había robo, no había indicios de que nadie hubiese accedido a la vivienda y todos presentaban aquellas horribles heridas que el forense no acertaba a señalar que arma las podía haber producido. El tiempo pasaba y no había nada que arrojase luz sobre el caso, ni un poco de carnaza, para que los voraces medios de comunicación saciaran su hambre informativa.


Un mes después la policía asistia atónita, a otro espectáculo parecido al anterior. Todo coincidía, las mismas heridas, la ausencia de indicios que permitieran pensar que una o varias personas ajenas a la familia hubiesen cometido el crimen, la vivienda intacta...excepto por las victimas. Los agentes estaban totalmente desconcertados. 


Justo un mes más tarde apareció un nuevo caso idéntico, la policía comenzó a preocuparse, el caso había cambiado por completo y los medios no albergaban duda: esto era obra de un psicópata, un asesino frio, despiadado e inteligente andaba suelto. La policía sabia que debía de actuar rápido antes de que se generase la alarma social. Un equipo especial se puso al frente de la investigación, se volvieron a repasar de nuevo todas y cada una de las pruebas. Sonseca, un comisario curtido y viejo lobo puso a trabajar a sus hombres día y noche sobre el caso. 


Los crímenes, sin embargo, se iban sucediendo mes tras mes, puntuales a su cita y todos con el mismo patrón: en todas las familias, fuesen como fuesen, había una niña entre 4 y 8 años. Las teorías que se barajaron eran múltiples, los indicios repasados una y otra vez, nada, este asesino era demasiado inteligente, demasiado listo, ninguna prueba que lo incriminase.


¿Ninguna? Todos pasaron por alto, lo más tonto, lo más insignificante, pero que como una constante estaba presente en todos los escenarios del crimen: Todas las niñas tenían una Monster High "hija del hombre lobo", la muñeca de moda.