sábado, 5 de noviembre de 2011

La magia de las cosas





Hay veces que las cosas se muestran como si poseyesen alma, como si tuviesen vida propia. Hace poco me ocurrió una historia relacionada con esto, como poco, bastante curiosa.

Y antes de seguir me gustaría decir que siempre he sentido una atracción muy fuerte por  las piedras, me gustan desde siempre, no sé a que es debido pero me gusta tocarlas, sentir su textura, admirar su color, observar sus vetas, da lo mismo que sea un canto rodado que una piedra trabajada, es igual, el impulso de tocarlas es superior a mí. Y esto viene a cuento porque esta historia va sobre una piedra.

Este  verano un amigo bastante aficionado a la arqueología me enseñaba las cosas que había ido recopilando en sus salidas, que si un trozo de ánfora, un fósil, mira esto que procede de tal sitio, etc. Hasta llegar a una piedra de color negro, me dijo que era un fragmento de una piedra molar y que estaba datada en la época romana. La cogí para manosearla un poco, cuando sentí "algo", la piedra transmitía algo y no estoy muy segura de lo que era pero sentía la necesidad de tenerla entre mis manos. Extrañada hice una prueba, volví a coger de nuevo las otras piedras que me había mostrado antes pero nada, solo aquella era capaz de transmitir esa sensación. La tuve un buen rato entre las manos acariciándola y la sensación permanecía. No le dije nada a mi amigo, en absoluto, dejé la piedra en su sitio pero durante un rato seguía teniendo en mi mano aquella sensación.

Casualidades de la vida a la mañana siguiente recibo una llamada de teléfono, la primera llamada de toda la mañana, era para comunicarme una buena noticia, una puerta a la que había estado llamando durante mucho tiempo y que permanecía cerrada por fin se abrió. Lo primero en que pensé, en la piedra que había tenido la noche anterior entre mis manos, no se porqué  se me cruzó ese pensamiento, pura casualidad.

Hace unos días estuve de nuevo en casa de este amigo al que no había visto desde entonces, no pensaba comentarle nada pero, impulsivamente y sin pensarlo se lo solté. ¿Sabes que lo mismo tienes en casa un talismán y no eres consciente de ello? le dije medio en broma, medio en serio y pasé a contarle  lo que me había sucedido con aquella piedra que me mostró.

Me condujo de nuevo hacía donde las tenía guardadas y me dijo que le indicara cual había sido. Esa, la que me dijiste que era una piedra molar, la negra. La cogí de nuevo entre mis manos y volví a sentir la misma sensación que la primera vez que la toqué. Entonces sonrió de medio lado y me comentó de donde procedía. La piedra la había recogido cerca de una ermita, en un yacimiento romano, yacimiento que a su vez se había aposentado sobre otro anterior íbero. Cuando lo oí me quedé como la piedra, es decir petrificada, un  lugar que había sido elegido a lo largo de los siglos por diferentes culturas debía de ser muy especial, en otras palabras "un lugar de poder". Me quedé pensativa, aquello como se comía: ¿El lugar había  impregnado las cosas que estaban en él? o ¿Son las cosas que hay en él las que hacen a un sitio "especial"?

No lo sé, pero no me negareis que cuanto menos es una historia curiosa.