Un ayer visto desde el hoy, bajo la débil y titubeante luz del neón. Una vieja tradición que vuelve año tras año repitiendo los mismos ritos, pisando los mismos lugares, aunque estos ya no sean similares. Cambian los lugares, cambian los tiempos, cambia la forma de entender la vida. Y nosotros, ¿cambiamos o somos los mismos? Puede que sí seamos los mismos: pobres diablos acompañados permanentemente por esta incertidumbre que da andar por la cuerda floja sin red. Tal vez lo único que hayamos cambiado sean los dioses y los demonios que custodian nuestro camino.