jueves, 30 de agosto de 2012

Piojoso verano


Ves el anuncio en la tele y ¡zas!, los pelos como escarpias. Es matemático, si en la tele salen anuncios de champú antipiojos, no hay duda, esos pequeños cabroncetes están haciendo de las suyas y además a mansalva. Si ya has sufrido alguna invasión piojil y sabes de lo que va el tema, es normal que cuando hueles que es época de piojos todos tus sentidos se pongan en guardia y no dejes de observar a tus hijos.

-¿Te has rascado la cabeza?
-No, no, mamá, solo ha sido un poquito, de verdad que no me pica.
-¡Te has vuelto a rascar la cabeza, te he visto!
-Si solo ha sido detrás de la oreja...
-¡¡¡Detrás de la oreja!!!...¡Ven inmediatamente que te revise la cabeza!
-¡¡Joooooo....!!

La primera vez que te pasa, te pilla totalmente en bragas, no tienes ni idea, y claro, pasa lo que pasa, que cuando te vienes a enterar, los piojos, no solo han creado una nueva civilización en la cabeza de tus retoños, si no que además se han expandido y colonizado otras cabelleras, como la tuya y la de tu marido. Y es que alrededor de este mundo hay mucho mito y mucha leyenda que no hacen otra cosa más que jugar a su favor y en tu contra. Porque ¿que sabemos de piojos? Nada, de nada, al no ser que te hayas topado con ellos y por fuerza ya sepas de que va el asunto. La única noción que tenemos sobre ellos es un vago recuerdo de nuestra época infantil cuando la profe anunciaba en clase: ¡Hay piojos, toca revisad cabezas! Todos, uno a uno, pasábamos por las manos y la atenta mirada de la seño que escudriñaba meticulosamente nuestras inocentes cabecitas, hasta que viendo la cabeza de alguno ponía los ojos en blanco, le decía que recogiese sus cosas, le daba una nota para sus padres y lo mandaba a casa. El pobre afortunad@ ponía cara de circunstancias porque sabía que lo peor no eran los piojos que le había encontrado la seño, lo peor venía después, a la vuelta y es que la etiqueta de "piojos@" tardaría mucho en sacársela de encima, así como los corrillos y las risitas socarronas a su alrededor, en fin, la consabida ternura infantil. Total, que si de pequeño no te tocó la lotería de los piojos y nadie de tu alrededor los ha padecido llegas a adulto con una gran desinformación acerca del mundo piojil y con muchos clichés falsos.



Para empezar, todos tenemos la idea preconcebida de que piojo y suciedad van unidos, no sé de donde sale esa idea absurda de que los piojos solo afectan a gente de higiene un tanto relajada, pero hace que uno crea que esta sola premisa le hace estar totalmente a salvo de ellos. Pues es falso, a los piojos les encanta bañarse con tus hijos, en la piscina, en la playa, en la ducha, es más, organizan una fiesta de la espuma cada vez que les enjabonas la cabeza con champú. Así que es normal, que cuando nos enteramos de que tienen piojos se te pongan los ojos en órbita y exclames: ¡No es posible, si se baña todos los días! Este mito, que subyace en el inconsciente colectivo, no hace otra cosa más que favorecerles increíblemente. Muchos papis y mamis, movidos por este falso cliché, llevan en secreto la invasión piojil de sus vástagos, y mientras, ellos aprovechan la coyuntura y campan a sus anchas por las cabezas de los amiguitos del niño en cuestión y cuando los padres de los amiguitos descubren a los visitantes, estos han tenido ocasión de invadir otras muchas cabezas. Y así hasta el infinito y más allá. Es imprescindible, por tanto, comunicar a los cuatros vientos que tu hijo tiene piojos y si no es a los cuatro vientos por lo menos decirlo a los niños de su entorno. Y no es porque sea un acto de solidaridad, más bien de puro egoismo, porque una vez despiojado el niño, si todos a su alrededor tienen visitantes, ¿quien te garantiza que no va a volver a cogerlos?


Otro absurdo cliché relaciona colegio con piojos, nada más lejos de la realidad, el peligro verdadero está en las piscinas, en las playas y en los campamentos de verano porque otra cosa que les encanta a los piojos es el verano, el calorcito que alegra a los cuerpos y los pone a tono, aquello de pechito con pechito y cachete con cachete, con un subidón que no veas y ellos, hala, a reproducirse como locos.

Tú que andas llena de desinformación y con esos absurdos clichés en la cabeza, cuando ves que tu peque se rasca la cabeza no piensas: ¡Oh, dios bendito, este niño tiene piojos! Porque claro, tú eres la mismísima personificación de Mr. Proper y llevas a tus niños como una patena y además es verano, no hay cole. Esto va a ser una dermatitis, mascullas para ti misma, y te acercas al pediatra. Le señalas unos pequeños puntitos rojos que has visto en la cabeza y después de observarlos detenidamente dictamina lo que sospechabas, efectivamente eso es una dermatitis (por lo que deduzco que en Medicina no hay ningún tema dedicado al fascinante mundo piojil, o mi pediatra se saltó esa clase descaradamente). Te manda el tratamiento y tu crees que ahí acaba el problema, pero no. Tu vástago va a más, cada vez se rasca la cabeza más desesperadamente y comentando la situación alguien apunta: ¿le has mirado a ver si tiene piojos? ¿Piojos? No es posible, soy un dechado de pulcritud y además no hay cole...esto, ¿y que tengo que mirar? ¿como son? 

A partir de aquí, tu no eres consciente de ello, pero comienza un viaje sin retorno, tu vida da un giro y te conviertes en una experta del fascinante y a la par desconocido universo piojil. No solo sabes distinguirlos, conoces, también, a que velocidad se reproducen, cuales son sus hábitos y las mejores armas para exterminarlos por completo. Pero no basta con esto, una vez dentro de este universo comprendes que has ido por el mundo alegremente, totalmente expuesta a estos bichitos, que aguardan en cualquier cabeza dispuestos a atacar la de tu prole y quieres más, no tienes suficiente con acabar con ellos, quieres que de ninguna manera vuelvan a la linda cabecita de tus niños, a pasarte horas revisando melenas, a pasar la liendrera, una y otra vez, hasta el limite de la extenuación y a poner toda la casa patas arriba. Te informas y descubres: el árbol del té. Una maravilla entre las maravillas, una vez que entra en tu vida, no vuelves a ser la misma. No solo mantiene alejados a esos bichejos inmundos, sino que además vale para un millón de cosas más. Solo tiene un pequeño defecto, que lo que tú consideras una poción mágica tus hijos lo ven como un brebaje infernal. Al final cuesta que se hagan al olor, pero logras que se lo pongan, sobre todo cuando hay alerta de piojos y, tras varias alertas piojiles superadas con éxito, compruebas que funciona a la perfección. Los mantiene alejados, no vuelves a ver un piojo por casa. Y te sientes segura, has podido con ellos, esta batalla la has ganado tú. Tan segura, tan segura te sientes que hasta eres inmune a los anuncios de champú antipiojos, los ves y piensas: ¡Piojos, eso está más que superado!




Una mañana recibes una llamada, es la mami de una amiga de tu hija, te dice: "Mira, que A. tiene piojos, mírale la cabeza a M. porque como han estado juntas, no vaya a ser que los haya cogido..." y de repente caes en la cuenta, ¿cuanto tiempo llevo sin insistirle a M. para que use el árbol del té?...Noooooo!!!!
Pero es que sí, M. los ha cogido con todas las de la ley y otra vez vuelta a la liendrera y a revisar cabezas una y otra vez hasta estar segura que no queda uno vivo. Así que, después de mucho tiempo, este verano he vuelto a tener visitantes y es que con estos pequeños bastardos una nunca puede bajar la guardia.


miércoles, 22 de agosto de 2012

La elegancia del erizo



"La gente cree ansiar y perseguir estrellas, pero termina como peces de colores en una pecera"
Muriel Barbery "La elegancia del erizo"





Un mismo libro es totalmente distinto para cada lector, el modo en que nos atrae no depende solo de él, de su contenido, hay muchos factores que influyen en que un libro nos pueda deleitar: nuestra forma de ser, pensar o sentir, lo que esperamos encontrar en él o lo que necesitamos, en ese momento, que nos aporte. El libro es uno y los lectores muchos y a cada uno nos  afecta de distinta forma. Esto fue lo que me sucedió con este libro en particular. Lo regalé cuando salió, sobre todo por las buenas críticas que le acompañaban, sin embargo, a la persona a la que se lo regalé no le gustó, por lo que pospuse su lectura y acabé olvidándolo, hasta hace poco, que rebuscando en una pila de libros en oferta, cayó en mis manos. Sopesé que el precio era el adecuado para aventurarme en un libro del que tenía malas referencias, pero que me causaba la suficiente curiosidad como para arriesgarme a leerlo, así que lo compré y me sumergí en sus páginas. Curiosamente no solo me gustó, sino que también me proporcionó una de las mejores lecturas que recuerdo haber tenido desde hace mucho. Sé que es un libro que releeré y al que volveré más de una vez para consultar de nuevo las frases y los párrafos marcados y subrayados. Si midiésemos lo que nos ha gustado un libro por la cantidad de frases que subrayamos en él y las páginas marcadas, este entraría directamente en la categoría: "Me ha gustado muchísimo". 

Dos personajes totalmente distintos comparten el lugar en el que residen, un inmueble de apartamentos de lujo en el centro de París, y algo más, un secreto: ninguna de ellas es lo que aparenta ser, es más, se esfuerzan en ocultarlo. Paloma es una niña de doce años, de buena familia y con una inteligencia extraordinaria, que día tras día intenta ocultar a su familia, a sus compañeros y a sus profesores. Renée es la portera del edificio donde vive la familia de Paloma, aparenta ser la típica portera que todos los vecinos del edificio esperan que sea, pero detrás de esa imagen prefabricada se oculta su verdadera identidad.

Renée es un personaje de los que se quedan marcados en la memoria. Ella se define así: "Me llamo Renée. Tengo cincuenta y cuatro años. Desde hace veintisiete, soy la portera del número 7 de la calle Grenelle (...). Soy viuda, bajita, fea, rechoncha, tengo callos en los pies y también, a juzgar por ciertas mañanas que a mi misma me incomodan, un aliento que tumba de espaldas. No tengo estudios, siempre he sido pobre, discreta e insignificante. Vivo sola con mi gato, un animal grueso y perezoso, (...). Ni uno ni otro nos esforzamos apenas por integrarnos en el circulo de nuestros semejantes". Sin embargo, poco a poco, vamos descubriendo a la verdadera Renée, una mujer culta, autodidacta, de gustos refinados, amante de la lectura, la música, la cultura japonesa, el cine, la pintura holandesa y sobre todo de Tolstoi. Solo unos pocos privilegiados logran asomarse a su interior y conocer la verdadera personalidad de esta peculiar portera. Junto a ella descubriremos la delicada belleza que se esconde tras una camelia, la grandiosidad de lo pequeño, el placer que subyace en ese instante perdido en el tiempo: "...Y me zambullo en el agua negra, profunda, helada y exquisita del instante fuera del tiempo".

Os dejo con uno de los muchos párrafos subrayados:

"...quizá sea eso la vida: mucha desesperación pero también algunos momentos de belleza donde el tiempo ya no es igual. Es como si las notas musicales hicieran una suerte de paréntesis en el tiempo, una suspensión, otro lugar aquí mismo, un siempre en el jamás".

Si los libros tuviesen banda sonora la de este seria, sin duda: "La muerte de Dido", Henry Purcell.



"La elegancia del erizo" Muriel Barbery
Editorial Seix Barral, 2007
Traducción: Isabel Gonzalez-Gallarza, 2007.


(Entrada programada)



jueves, 16 de agosto de 2012

Una de cine


Uno de los alicientes que tiene el verano es el cine, la posibilidad de ponerte al día con todas aquellas películas que durante el resto del año no has tenido tiempo de ver. Prefiero ver una peli en el cine antes que en el salón de casa, pero claro, está aquello de la economía familiar y los precios de las entradas que cada vez suben más, así que uno se piensa muy mucho lo de ir al cine. 

En verano ir al cine es mucho más asequible, por un lado puedes aprovecharte de "el día del espectador", porque un miércoles cualquiera del resto del año es muy difícil escaquearte para ir al cine, sobre todo si tienes niños, lo cual se traduce en deberes y estar a una hora decente en casa porque al día siguiente hay que madrugar. Además de los miércoles de cine, el verano nos trae otra posibilidad de ver pelis, el genial cine de verano. Dos peliculas, buen precio, aire libre, pipas, estrellas y además te dejan fumar, ¿se puede pedir más? Pues eso, que entre uno y otro me estoy hinchando a ver películas.



Como una va un poco atrasada en lo que a cartelera se refiere, ya vas al cine con una idea más o menos preconcebida sobre lo que vas a ver, porque has leído las críticas, porque ya te han comentado si estaba bien o no y sobre todo porque sabes el éxito que ha tenido. Aún así te puedes llevar más de una sorpresa, eso es lo que me ocurrió este fin de semana con The Artist (Michel Hazanavicius, 2011), la película que arrasó en  los Oscars este año con 11 nominaciones, de las cuales se llevó cinco, entre ellas el de "Mejor película". Con estas referencias, aparte de todos los premios que se ha llevado en otros festivales cinematográficos y con las críticas que la acompañaban, es normal que tengas grandes expectativas del peliculón que te espera en el cine, pues no, para nada, lo que fue es tremendamente decepcionante. Y no es porque sea en blanco y negro o que sea muda, me gusta el cine mudo, es porque es un tostón como una catedral y punto. Es una historia previsible, boba, ñoña y además se hace eterna. Te hablan de la candidez, de la pureza, de la inocencia del cine en sus comienzos. Y te quedas perpleja. ¿Que me estás diciendo? ¿Que el cine mudo era como The Artist? Si, es cierto, algunas películas, pero afortunadamente, no todo el cine mudo era así. Y leyendo las críticas parece que nadie haya visto cine mudo y que estos chicos lo acabaran de inventar. Yo me pregunto, si esta película se hubiese estrenado en los años veinte ¿habría tenido el éxito de esta o habría sido una más del montón? Por otra parte, no es nuevo el tema del paso del cine mudo al sonoro y lo que supuso para muchas estrellas de Hollywood que vieron desvanecerse sus carreras. Como muestra, estas magistrales películas "El crepúsculo de los dioses" (Billy Wilder, 1950) o "Cantando bajo la lluvia" (Stanley Donen-Gene Kelly, 1952). Sin embargo, debo reconocer que más allá de la primera impresión la película derrocha calidad, los actores geniales, los secundarios (John Goodman y James Cromwell), de lujo. La dirección es buena. Sin embargo falla algo, no logra enganchar al espectador. El cine, el llamado séptimo arte, nace con una premisa, entretener al público. Creo que en esta película hay mucho arte, pero poco entretenimiento. Como dijo Howard Hanks: "Tengo diez mandamientos. Los nueve primeros dicen: ¡No debes aburrir!". En una de las muchas críticas sobre la película, te decían: "Los padres deben de llevar a sus hijos a ver esta película, para que sepan lo que es cine mudo" Pues bien, después de llevar a mis hijos a ver esta película, lo que tengo claro es que sí deben de ver una buena película de cine mudo y que sepan, de verdad, lo que era. ¿Que tal si comienzo por "Luces de ciudad"?Dio la casualidad que, esa mima tarde, en TCM había visto Tren de sombras (José Luis Guerin, 1997). No la conocía, pero me dejó, como toda buena película, atrapada entre sus imágenes. Tren de sombras es como The Artist, un homenaje al cine de los comienzos, al cine que no tenía sonido y se basaba en la fuerza de las imágenes para narrarnos una historia. Pero a diferencia de The Artist, Tren de sombras es inteligente, imaginativa y hermosa. Quizá el hecho de haberla visto primero haya influido en mi manera de ver The Artist, pero no lo creo, sobre todo, cuando ves a la gente de tu alrededor levantarse a mitad de la película para marcharse del cine. En una escena de The Artist, John Goodman le dice a Jean Dujardin algo así: "El público quiere esto y el público siempre tiene razón". Me hizo gracia recordar ese comentario mientras veía a la gente marchándose antes de que acabase la película. Parece ser, que precisamente, el público no quería esa película. Y es que el hecho de que sea un homenaje a los comienzos del cine y tenga muchas reminiscencias de películas inolvidables, no la hacen por sí misma maravillosa, como mucha gente nos quiera hacer creer.
Y para acabar una de mis pelis de los miércoles: Profesor Lazhar (Philippe Falardeau, 2011). Es de esas sorpresas tan positivas que te llevas algunas veces en el cine. Una película que, como los buenos vinos, te dejan buen sabor de boca y que volverías a repetir. Profesor Lazhar nos habla de muchas cosas: de educación, de niños sobreprotegidos que no lo quieren ser, de añoranza, de pérdidas, del choque de culturas distintas, de violencia, de refugiados, pero sobre todo de niños y muerte. Y es muy de agradecer la serenidad y la madurez con la que aborda el tema de los niños y la muerte y que no opte en degenerar en un dramón sensiblero. Inolvidables los ojos de Alice. Totalmente recomendable.Os dejo con un trocito muy pequeño de "Luces de ciudad", apenas dura tres minutos, pero llenos de ingenio y ternura.


Como dice Aute: "...más cine, por favor", pero que sea de este, del bueno.

(Entrada programada)



 

miércoles, 8 de agosto de 2012

Bajan las temperaturas



Comienza la información meteorológica, el presentador aparece en pantalla, con su traje de chaqueta impoluto y sin corbata (en plan "arreglao pero informal"), peinado con gomina y mostrando una amplia sonrisa. Mira a la cámara y anuncia con gran alegria : Señores, la noticia hoy es que...¡BAJAN LAS TEMPERATURAS!...

- ¿Siiiii?- Te dices para ti misma, incrédula, pero en el fondo ilusionada y notas como todos los poros de tu piel celebran la noticia, gritando al unísono: ¡BIEN!


"...Por el norte peninsular -continua diciendo- notaremos un acusado descenso de las temperaturas, que vendrá...blablabla, blablabla..." Y tú continuas perpleja, mirándolo de hito en hito, pensando en si existirá algún país del mundo en el que jugar con las ilusiones de los televidentes esté castigado con torturas atroces, para enviarlo allí con billete de ida y sin vuelta, mientras maldices en todos aquellos idiomas que sabes y en los que no sabes también. Y es que a estas alturas del verano y con lo que llevamos encima, que para llamar nuestra atención y mantenernos delante de la pantalla utilicen este tipo de argucias es cruel, es bajo, es ruin. 




Sabemos que estos chicos del tiempo son los que menos se lucen de los informativos, es más, ni tan siquiera van con ellos, son como un apéndice que está ahí, por si alguien, cuando acaba las noticias y además ha tenido el ánimo suficiente de tragarse los deportes tiene la  imperiosa necesidad de saber el tiempo que se prevé. Hay épocas en las que, quizás sí puedas estar interesado en saber lo que te espera, por ejemplo, otoño y primavera son estaciones ideales para mirar las noticias del tiempo, incluso invierno, por si te tienes que abrigar más o menos, pero verano es una época bastante previsible, ya se sabe lo que va a hacer, calor sí o sí, sobre todo si vives en el sur. Así que es compresible, hasta cierto punto, que empleen toda clase de artimañas para mantener nuestra atención. 

Lo malo es que hay ocasiones en que se columpian más de la cuenta y tu compresión, un poco desgastada de tanto uso, se desvanece por completo. Aparece el guaperas del tiempo en la playa, para esta ocasión y para ir un poco más acorde con el entorno, opta por un look más casual, en mangas de camisa, eso sí camisa de vestir, que no se diga que los chicos del tiempo no tienen clase y estilo, estén donde estén. Y con su inconmensurable sonrisa nos da la nueva: "Parece que este fin de semana el calor nos da una tregua y asistimos a un descenso generalizado de las temperaturas" ¿Un descenso generalizado? ¿Donde? ¿En tu despacho cuando pones el aire acondicionado? Y en tu imaginación visualizas al guaperas meteorológico como a Bill Murray en Atrapado en el tiempo, condenado a retransmitir una y otra vez "El día de la marmota", en un bucle del tiempo infinito, pero en este caso atrapado en la Gran Vía murciana de por vida, hasta que sea capaz de una vez por todas de dar correctamente la temperatura en Murcia.



Murcia parece ser que tiene un microclima que va a su bola y hace lo que le sale de las mismísimas, por tanto es difícil predecir el tiempo aquí, pero en verano es fácil, muy fácil, hace calor, mucho calor, más calor del que tú te empeñas día tras día en decir que hace. La formula para saber la temperatura real que tendremos es sencilla, súmale, como poco, cuatro grados más a lo que te dicen que va a marcar el termómetro y ya te vas haciendo una idea aproximada del calor que vas a pasar. 

Murcia es un espléndido valle, rodeado de montañas, pero esta maravilla, en verano se convierte en una verdadera "olla" donde te vas cociendo poco a poco, algunos días y otros, menos afortunados, te haces a fuego rápido. En especial, este año que parece que solo nos va a dejar dos estaciones, a saber: mucho calor y menos calor. Por lo tanto a estas alturas del verano estamos sobrepasaos, cansados, empachados de calor y faltabas tú, para venir con tu cachondeito de las temperaturas a vacilarnos: "La máxima, que se registró ayer en la península, corresponde a Sevilla con 38º" ¿Y los 43º que marcaba el termómetro aquí? Y además estaba a la sombra. ¿O es que nosotros no somos España? Pues aparecemos ahí, en el mapa, en esa esquinita de ahí abajo, por si no te habías fijado. A nosotros nos han dicho que sí, que de momento, somos españoles, por lo menos estamos convencidos de ello. Pero que si no lo somos, no pasa nada, y menos con la que está cayendo, nos lo decís y yo desde ya me pido ser alemana o francesa, que me cae bien el Hollande.

Lo único que es de agradecer es cuando anuncian un aumento de las temperaturas, porque en el peor de los casos lo único que puede pasar es que acierten y no te pille de sorpresa y en el mejor, que no acierten y...!!que alegría para el cuerpo, madre!! Que te esperes un día caluroso y te encuentres con que corre un levante que da gusto, es de agradecer. Una tregua en este interminable verano es, sin duda, uno de los mejores regalos. Porque pese a que me gustaría cantar aquello de Amaral: "No quedan días de verano, el viento se los llevó..." me temo que todavía nos queda mucho por sudar.











miércoles, 1 de agosto de 2012

El arte de esculpir hojas de árboles




Uno cree que ya lo ha visto todo y que no hay nada que le pueda sorprender, pues no, afortunadamente, siempre hay algo capaz de hacerte decir: ¡Uauuu, que chulo! Y la verdad, es una suerte que esto suceda, síntoma de que, el Universo no sé, pero la imaginación no parece tener límites. 

Esto me ha sucedido este fin de semana, cuando hojeando el semanal del periódico me he encontrado con las esculturas de este artista de Guadalajara. Se llama Lorenzo Durán y el trabajo que hace esculpiendo hojas de árboles me parece impresionante. Lorenzo ha trasladado la técnica de esculpir sobre papel a las hojas de los árboles, con la diferencia de que este último material es mucho más frágil, por tanto, el trabajo requiere de una infinita paciencia y una gran delicadeza.

Os dejo con parte de su obra pero si queréis saber más sobre este artista de la naturaleza aquí está el enlace de su página: naturayarte.blogspot.com.es