In crescendo... Así es como se desarrolla la trilogía de Dolores Redondo sobre el valle del Baztán. Cada libro ha resultado ser mejor que el anterior. Y eso que después del primero, abordas los siguientes con el suspicaz recelo del que no quiere ser defraudado. Por no mencionar el inevitable ejercicio de comparación que acaba recayendo entre todos los libros de la saga. A pesar de todo esto, cabe decir que Dolores Redondo ha cumplido y se ha superado.
Esperaba esta tercera parte con absoluta impaciencia después del buen sabor de boca que me dejó su anterior libro, Legado en los huesos. Aún así, esta última entrega no solo no me ha defraudado sino que, al contrario, ha logrado sorprenderme por la brillantez de la historia, la trepidante acción y la absoluta intriga que te mantiene en vilo hasta el final. Cada libro es una gran novela y la trilogía una fascinante historia, un gran puzle. Un entramado perfecto, donde todas las piezas, dispersas en cada uno de los libros, terminan por encajar en esta tercera parte de manera precisa, como el mecanismo de un reloj.
Diría que esta chica, Dolores Redondo, no da puntada sin hilo. Y es que, cuando llegas al final de la trilogía, ves que cada uno de los hechos que se van mostrando a lo largo de las novelas, no tienen nada de casual. Son como migajas desperdigadas que te van conduciendo hacia un gran final. Está claro que la trilogía no es fruto del éxito del primer libro. Más bien, la sensación que transmite es que es un gran trabajo, muy bien premeditado y medido, donde todo tiene su tiempo. Y cada libro por independiente que sea es parte de ese gran "Todo" concebido desde el principio.
En esta entrega final nos encontramos a una Amaia Salazar, la protagonista, más vulnerable a sus miedos, a su pasado y sobre todo a ella misma:
"[...] No era la primera vez que se enfrentaba a la humillación y el oprobio. Cuando tenía nueve años era casi una experta en este tipo de aprendizaje en el que nos doctora la vida, que no sirve absolutamente para nada, no te prepara, no te hace más fuerte; es sólo una barrena cruel y profundamente enclavada en la roca que eres. Un canal de debilidad que disimulas con suerte durante años, un dolor que reconoces en cuanto llega devolviéndote el deseo intacto de huir, de volver a la caverna donde habita el corazón humano, de renunciar al privilegio de la luz, que sólo es foco sobre tus miserias."
También, como no, la mitología de Baztán aparece de nuevo en la novela como eje central:
"La anciana comenzaba a divagar. Amaia la recondujo de nuevo.
-¿Usted sabe quién lo hizo?
_Sí, ya se lo he dicho a ésas -dijo haciendo un gesto vago hacía la casa-; pero como soy una vieja nadie me hace caso.
-Yo sí. Dígame quién lo hizo.
-Fue Inguma, Inguma lo hizo -afirmó y para constatarlo lo rubricó con un golpe de cabeza.
-¿Quién es Inguma?
La anciana la miró y en su gesto pudo ver la lástima que le provocaba.
-¡Pobre niña! Inguma es el demonio que se bebe el aliento de los niños mientras duermen. Inguma entró por las rendijas, se sentó sobre el pecho de la niña y se bebió su alma.
[...]
- En la historia de Baztán está escrito que en una ocasión Inguma se despertó y se llevó a cientos de niños. Los médicos decían que era tosferina, pero era Inguma, que venía a robarles el aliento mientras dormían."
Y, por supuesto, asistimos a una nueva lucha entre lo racional y lo mágico, en lo que se ha dado en llamar: "realismo mágico a la navarra".
"-Y ese es su error, y el de todos los necios que se plantean su concepto del mundo filtrado a través de lo que para ellos es lógico y probado por la ciencia conocida; y, créame, ese error no se diferencia mucho del de los que condenaron a Galileo por defender la teoría heliocéntrica. <<Según lo que conocemos y la comprensión del cosmos sostenida durante siglos, sabemos que la Tierra es el centro del universo>>, adujeron entonces. Piénselo antes de responder, ¿sabemos o creemos que lo sabemos porque es lo que nos han contado? ¿Acaso hemos sometido a pruebas a cada una de las leyes absolutas que tan convencidos aceptamos porque llevan siglos repitiéndolas?"
Todo ello envuelto en una narración impecable y con una trama muy bien urdida donde el suspense se mantiene hasta el final. Podría decir que esta es la novela más negra de una trilogía ya bastante negra de por sí. Y no me extraña, para nada, la comparación entre esta con la saga Millennium (aunque personalmente, creo que la trilogía del Baztán supera a la de Stieg Larsson con creces), ni los planes para llevarla a la gran pantalla.
Se cierra la historia de Amaia Salazar en Eliozondo. Sin embargo, al acabar la novela Dolores Redondo nos deja una puerta abierta hacía uno de los misterios no resuelto de esta trilogía: el agente del FBI Dupree y su relación con la protagonista. ¿Quiere decir que seguiremos leyendo nuevas aventuras de Amaia Salazar? Parece ser que sí. ¿No mencione más arriba que esta chica no da puntada sin hilo?
Diría que esta chica, Dolores Redondo, no da puntada sin hilo. Y es que, cuando llegas al final de la trilogía, ves que cada uno de los hechos que se van mostrando a lo largo de las novelas, no tienen nada de casual. Son como migajas desperdigadas que te van conduciendo hacia un gran final. Está claro que la trilogía no es fruto del éxito del primer libro. Más bien, la sensación que transmite es que es un gran trabajo, muy bien premeditado y medido, donde todo tiene su tiempo. Y cada libro por independiente que sea es parte de ese gran "Todo" concebido desde el principio.
En esta entrega final nos encontramos a una Amaia Salazar, la protagonista, más vulnerable a sus miedos, a su pasado y sobre todo a ella misma:
"[...] No era la primera vez que se enfrentaba a la humillación y el oprobio. Cuando tenía nueve años era casi una experta en este tipo de aprendizaje en el que nos doctora la vida, que no sirve absolutamente para nada, no te prepara, no te hace más fuerte; es sólo una barrena cruel y profundamente enclavada en la roca que eres. Un canal de debilidad que disimulas con suerte durante años, un dolor que reconoces en cuanto llega devolviéndote el deseo intacto de huir, de volver a la caverna donde habita el corazón humano, de renunciar al privilegio de la luz, que sólo es foco sobre tus miserias."
También, como no, la mitología de Baztán aparece de nuevo en la novela como eje central:
"La anciana comenzaba a divagar. Amaia la recondujo de nuevo.
-¿Usted sabe quién lo hizo?
_Sí, ya se lo he dicho a ésas -dijo haciendo un gesto vago hacía la casa-; pero como soy una vieja nadie me hace caso.
-Yo sí. Dígame quién lo hizo.
-Fue Inguma, Inguma lo hizo -afirmó y para constatarlo lo rubricó con un golpe de cabeza.
-¿Quién es Inguma?
La anciana la miró y en su gesto pudo ver la lástima que le provocaba.
-¡Pobre niña! Inguma es el demonio que se bebe el aliento de los niños mientras duermen. Inguma entró por las rendijas, se sentó sobre el pecho de la niña y se bebió su alma.
[...]
- En la historia de Baztán está escrito que en una ocasión Inguma se despertó y se llevó a cientos de niños. Los médicos decían que era tosferina, pero era Inguma, que venía a robarles el aliento mientras dormían."
Y, por supuesto, asistimos a una nueva lucha entre lo racional y lo mágico, en lo que se ha dado en llamar: "realismo mágico a la navarra".
"-Y ese es su error, y el de todos los necios que se plantean su concepto del mundo filtrado a través de lo que para ellos es lógico y probado por la ciencia conocida; y, créame, ese error no se diferencia mucho del de los que condenaron a Galileo por defender la teoría heliocéntrica. <<Según lo que conocemos y la comprensión del cosmos sostenida durante siglos, sabemos que la Tierra es el centro del universo>>, adujeron entonces. Piénselo antes de responder, ¿sabemos o creemos que lo sabemos porque es lo que nos han contado? ¿Acaso hemos sometido a pruebas a cada una de las leyes absolutas que tan convencidos aceptamos porque llevan siglos repitiéndolas?"
Todo ello envuelto en una narración impecable y con una trama muy bien urdida donde el suspense se mantiene hasta el final. Podría decir que esta es la novela más negra de una trilogía ya bastante negra de por sí. Y no me extraña, para nada, la comparación entre esta con la saga Millennium (aunque personalmente, creo que la trilogía del Baztán supera a la de Stieg Larsson con creces), ni los planes para llevarla a la gran pantalla.
Se cierra la historia de Amaia Salazar en Eliozondo. Sin embargo, al acabar la novela Dolores Redondo nos deja una puerta abierta hacía uno de los misterios no resuelto de esta trilogía: el agente del FBI Dupree y su relación con la protagonista. ¿Quiere decir que seguiremos leyendo nuevas aventuras de Amaia Salazar? Parece ser que sí. ¿No mencione más arriba que esta chica no da puntada sin hilo?
"Ofrenda a la tormenta". Dolores Redondo.
Ediciones Destino. Noviembre de 2014