lunes, 26 de enero de 2015

Ofrenda a la tormenta. Dolores Redondo


In crescendo... Así es como se desarrolla la trilogía de Dolores Redondo sobre el valle del Baztán. Cada libro ha resultado ser mejor que el anterior. Y eso que después del primero, abordas los siguientes con el suspicaz recelo del que no quiere ser defraudado. Por no mencionar el inevitable ejercicio de comparación que acaba recayendo entre todos los libros de la saga. A pesar de todo esto, cabe decir que Dolores Redondo ha cumplido y se ha superado.

Esperaba esta tercera parte con absoluta impaciencia después del buen sabor de boca que me dejó su anterior libro, Legado en los huesos. Aún así, esta última entrega no solo no me ha defraudado sino que, al contrario, ha logrado sorprenderme por la brillantez de la historia, la trepidante acción y la absoluta intriga que te mantiene en vilo hasta el final. Cada libro es una gran novela y  la trilogía una fascinante historia, un gran puzle. Un entramado perfecto, donde todas las piezas, dispersas en cada uno de los libros, terminan por encajar en esta tercera parte de manera precisa, como el mecanismo de un reloj. 

Diría que esta chica, Dolores Redondo, no da puntada sin hilo. Y es que, cuando llegas al final de la trilogía, ves que cada uno de los hechos que se van mostrando a lo largo de las novelas, no tienen nada de casual. Son como migajas desperdigadas que te van conduciendo hacia un gran final. Está claro que la trilogía no es fruto del éxito del primer libro. Más bien, la sensación que transmite es que es un gran trabajo, muy bien premeditado y medido, donde todo tiene su tiempo. Y cada libro por independiente que sea es parte de ese  gran "Todo" concebido desde el principio.  

En esta entrega final nos encontramos a una Amaia Salazar, la protagonista, más vulnerable a sus miedos, a su pasado y sobre todo a ella misma:

"[...] No era la primera vez que se enfrentaba a la humillación y el oprobio. Cuando tenía nueve años era casi una experta en este tipo de aprendizaje en el que nos doctora la vida, que no sirve absolutamente para nada, no te prepara, no te hace más fuerte; es sólo una barrena cruel y profundamente enclavada en la roca que eres. Un canal de debilidad que disimulas con suerte durante años, un dolor que reconoces en cuanto llega devolviéndote el deseo intacto de huir, de volver a la caverna donde habita el corazón humano, de renunciar al privilegio de la luz, que sólo es foco sobre tus miserias."

También, como no, la mitología de Baztán aparece de nuevo en la novela como eje central:

"La anciana comenzaba a divagar. Amaia la recondujo de nuevo.
-¿Usted sabe quién lo hizo?
_Sí, ya se lo he dicho a ésas -dijo haciendo un gesto vago hacía la casa-; pero como soy una vieja nadie me hace caso.
-Yo sí. Dígame quién lo hizo.
-Fue Inguma, Inguma lo hizo -afirmó y para constatarlo lo rubricó con un golpe de cabeza.
-¿Quién es Inguma?
La anciana la miró y en su gesto pudo ver la lástima que le provocaba.
-¡Pobre niña! Inguma es el demonio que se bebe el aliento de los niños mientras duermen. Inguma entró por las rendijas, se sentó sobre el pecho de la niña y se bebió su alma.
[...]
- En la historia de Baztán está escrito que en una ocasión Inguma se despertó y se llevó a cientos de niños. Los médicos decían que era tosferina, pero era Inguma, que venía a robarles el aliento mientras dormían."

Y, por supuesto, asistimos a una nueva lucha entre lo racional y lo mágico, en lo que se ha dado en llamar: "realismo mágico a la navarra"


"-Y ese es su error, y el de todos los necios que se plantean su concepto del mundo filtrado a través de lo que para ellos es lógico y probado por la ciencia conocida; y, créame, ese error no se diferencia mucho del de los que condenaron a Galileo por defender la teoría heliocéntrica. <<Según lo que conocemos y la comprensión del cosmos sostenida durante siglos, sabemos que la Tierra es el centro del universo>>, adujeron entonces. Piénselo antes de responder, ¿sabemos o creemos que lo sabemos porque es lo que nos han contado? ¿Acaso hemos sometido a pruebas a cada una de las leyes absolutas que tan convencidos aceptamos porque llevan siglos repitiéndolas?"

Todo ello envuelto en una narración impecable y con una trama muy bien urdida donde el suspense se mantiene hasta el final. Podría decir que esta es la novela más negra de una trilogía ya bastante negra de por sí. Y no me extraña, para nada, la comparación entre esta con la saga Millennium (aunque personalmente, creo que la trilogía del Baztán supera a la de Stieg Larsson 
con creces), ni los planes para llevarla a la gran pantalla.

Se cierra la historia de Amaia Salazar en Eliozondo. Sin embargo, al acabar la novela Dolores Redondo nos deja una puerta abierta hacía uno de los misterios no resuelto de esta trilogía: el agente del FBI Dupree y su relación con la protagonista. ¿Quiere decir que seguiremos leyendo nuevas aventuras de Amaia Salazar? Parece ser que sí. ¿No mencione más arriba que esta chica no da puntada sin hilo?


"Ofrenda a la tormenta". Dolores Redondo.
Ediciones Destino. Noviembre de 2014


martes, 6 de enero de 2015

Sobre reyes, magos y otras historias.






Mosaico de los Reyes Magos en la Basílica de San Apolinar el Nuevo (Ravena).


" [...] -Hace años un viajero oriental me propuso adquirir las reliquias más espléndidas de las cristiandad, los cuerpos  intactos de los tres Magos.
-¿Los tres Reyes Magos? ¿Los tres? ¿Enteros?
-Tres, Magos y enteros. Parecen vivos; quiero decir, que parecen recién muertos. Yo sabía que no podía ser verdad, porque de los Magos habla un solo Evangelio, el de Mateo, y dice poquísimo. No dice cuántos eran, de dónde venían, si eran reyes o sabios...Dice solo que llegaron a Jerusalén siguiendo una estrella. Ningún cristiano sabe de dónde procedían y a dónde volvieron. ¿Quién habría podido encontrar su sepulcro? Por eso no he osado decirles jamás a los milaneses que ocultaba este tesoro. Temía que por avidez aprovecharan la ocasión para atraer a fieles de toda Italia, lucrando dinero con una falsa reliquia...

                                              [...]

Preguntó al cura si podía ver los cuerpos. El cura le pidió que le ayudara, porque había que hacer girar la tapa del sarcófago hasta que dejara al descubierto la teca en la que estaban guardados los cuerpos.

Fue un gran trabajo, pero valía la pena. Oh, maravilla: los cuerpos de los tres Reyes parecían todavía vivos, aunque la piel se hubiera secado y apergaminado. Pero no se había oscurecido, como les pasa a los cuerpos momificados. Dos de los magos tenían todavía un rostro casi lácteo, uno con una gran barba blanca que descendía hasta el pecho, todavía integra, aunque endurecida, que parecía algodón dulce, el otro imberbe. El tercero era color ébano, no a causa del tiempo, sino porque oscuro debía ser también en vida: parecía una estatua de madera y tenía incluso una especie de fisura en la mejilla izquierda. Tenía una barba corta y dos labios carnosos que se levantaban enseñando dos únicos dientes, ferinos y cándidos. Los tres tenían los ojos abiertos, grandes y atónitos, con una pupila reluciente como cristal. Estaban envueltos en tres capas, una blanca, la otra verde, y, la tercera, púrpura, y de las capas sobresalían tres bragas, según el modo de los bárbaros, pero de puro damasco bordado con finas perlas.

                                               [...]

Haré que preparen tres ataúdes, de madera desnuda, y por la noche los sacamos fuera de la muralla, diciendo que son los cuerpos de tres valerosos amigos caídos durante el asedio. [...] Antes de que pueda llevarlos a Colonia es preciso que sobre el origen de la reliquia, y sobre los Magos mismos, se produzcan testimonios fidedignos. Mañana volverás a París, donde conoces personas sabias, y encuentra todo lo que puedas sobre su historia. 

                                                [...]

El día siguiente, Baudolino se puso de viaje. En París, Abdul, que sobre los asuntos de Oriente sabía mucho, lo puso en contacto con un canónigo de San Víctor que sabía más que él.
-Los Magos, ¡ah! -decía-. La tradición los menciona continuamente, y muchos Padres nos han hablado de ellos, pero los Evangelios callan, y las citas de Isaías y de otros profetas dicen y no dicen: alguien las ha leído como si hablaran de los Magos, pero también podían hablar de otra cosa. ¿Quienes eran?, ¿como se llamaban de verdad? Algunos dicen Hormidz, de Seleucia, rey de Persia, Jazdegard rey de Saba y Peroz rey de Seba; otros Hor, Basander, Karundas. Pero según otros autores muy fidedignos, se llamaban Melkon, Gaspar y Balthasar, o Melco, Cáspare y Fadizarda. O aún, Magalath, Galgalath y Saracín. O quizá Appelius, Amerus y Damascus...
-Appelius y Damascus son bellísimos, evocan tierras lejanas- decía Abdul mirando hacia quién sabe dónde.
-¿Y por qué Karundas no? -replicaba Baudolino-. No debemos encontrar tres nombres que te gusten a ti, sino tres nombres verdaderos.

El canónigo proseguía:
-Yo propondría a Bithisarea, Melichior y Gataspha, el primero rey de Godolia y Saba, el segundo rey de Nubia y Arabia, el tercero rey de Tharsis y de la Insula  Egrseula. ¿Se conocían entre sí antes de emprender el viaje? No, se encontraron en Jerusalén y, milagrosamente, se reconocieron. Pero otros dicen que se trataba de unos sabios que vivían en el monte Vaus, el Victorialis, desde cuya cima escrutaban los signos del cielo, y al monte Vaus regresaron después de la visita a Jesús, y más tarde se unieron al apóstol Tomás para evangelizar las Indias, salvo que no eran tres sino doce.

                                              [...]

Los Reyes Magos también habrán sido doce, observó Baudolino, pero en Milán habían encontrado tres y en torno a tres debía construirse una  historia aceptable.
-Digamos que se llamaban Baltasar, Melchor y Gaspar, que me parecen nombres más fáciles de pronunciar que esos admirables estornudos que hace poco nuestro venerable maestro ha emitido. El problema es como llegaron a Milán.
-No me parece un problema -dijo el canónigo-, visto que llegaron. Yo estoy convencido de que su tumba fue hallada en el monte Vaus por la reina Elena, madre de Constantino. Una mujer que supo recobrar la Verdadera Cruz habrá sido capaz de encontrar a los verdaderos Magos. Y Elena llevó los cuerpos a Cosntantinopla, a Santa Sofía.
- No, no; o el emperador de Oriente nos preguntará cómo se los hemos cogido- dijo Abdul.
- No temas -dijo el canónigo-. Si estaban el la basílica de San Eustorgio, ciertamente los había llevada allá aquel santo varón, que salió de Bizancio para ocupar la cátedra obispal en Milán en tiempos del basileo Mauricio, y mucho tiempo antes de que viviera entre nosotros Carlomagno. Eustorgio no podía haber robado los Magos, y por lo tanto, los había recibido como regalo del basileo del Imperio de Oriente.

Con una historia tan bien construida, Baudolino volvió a finales del año junto a Reinaldo, y le recordó que , según Otón, los Magos debían ser los antepasados del Preste Juan, al cual habían investido de su dignidad y función. De ahí el poder del Preste Juan sobre las tres Indias o, por los menos, sobre una de ellas.

                                                 [...]

-¿Y los Reyes Magos?
-Reinaldo llevó la reliquia a Colonia, al cabo de dos años, pero fue generoso, porque tiempo atrás había sido preboste en la catedral de Hildesheim y, antes de encerrar los despojos de los Reyes en la teca de Colonia, le cortó un dedo a cada uno y se lo envió de regalo a su antigua iglesia. [...]"

"Baudolino" Umberto Eco. 
Editorial Lumen, S.A.
Barcelona. 2011





Urna con los restos de los Reyes Magos. Catedral de Colonia.


¿Fue la historia de los Reyes Magos una mera falacia como nos relata Baudolino? ¿O, puede ser que realmente existiesen esos Magos errantes, que atraídos por una estrella llegaron hasta nosotros? Me gustaría ser capaz de saber como ocurrió realmente. Pero solo puedo esperar, de corazón, que hoy, en cada casa, hayáis recibido su visita.

                                      ¡¡Felices Reyes!!