Que alguien solicite los servicios de un sacerdote para expulsar a "supuestos entes" o "entidades" que habitan en su hogar, sin haber sido invitados, no es más que una simple anécdota, y es que en estos tiempos que corren ya no nos asombra nada. Estamos más que acostumbrados a la existencia de fantasmas, ya sean humanos o de los otros, los del más allá (la verdad, más a los primeros que a los segundos). Pero que sea un ayuntamiento el que demande auxilio para que expulsen de él los malos espíritus, tiene su coña y, claro, va y se convierte en noticia.
Yo sé que hacer leña del árbol caído es fácil y además no está bien, pero tratándose de políticos creo que es totalmente perdonable. Y, mira que me había propuesto no hablar más de ellos, que ya bastante mala leche se te queda con solo oírlos, pero es que van provocando y una no es de piedra.
Teniendo en cuenta la nefasta trayectoria que arrastra el Ayuntamiento de Totana en los últimos tiempos: corrupción, escándalos, despidos y más, una se pregunta: ¿de verdad los que sobran en el ayuntamiento son los malos espíritus?, ¿qué daño han hecho ellos a nadie?, o ¿es que no hay sitio para tanto mal espíritu en un mismo lugar?
Y es que si algo da pavor, de verdad, es el panorama político que les ha tocado a los totaneros, del que no se libran, ni a izquierda, ni a derecha. Tengo especial cariño a esta tierra, de la que procede parte de mi familia, y me duele ver como últimamente solo están en los medios de comunicación gracias a la funesta actuación de sus políticos.
Que alguien llame para expulsar malos espíritus, demonios o lo que quiera de un ayuntamiento no va más allá de la anécdota jocosa, piensas: un funcionario aficionado a Iker Jiménez, bueno, cada uno tenemos nuestras debilidades.
Pero estos políticos, acostumbrados al espectáculo bochornoso, totalmente adictos al calor de los focos, a los titulares del negro sobre blanco o a navegar a través de las ondas radiofónicas, tenían que rizar el rizo del absurdo, no podían dejar escapar una oportunidad como esta de aparecer en los medios. Que mejor manera que llevando una simple anécdota a un pleno y además pidiendo explicaciones, oficialmente, de porqué se expulsan a los malos espíritus sin su consentimiento. Claro, aquí ya directamente te descojonas y te surgen muchas dudas: ¿la oposición se da por aludida y piensa que el exorcismo pueda tener efectos sobre ellos? o, ¿tal vez, es una simple cuestión de afecto?, tanto tiempo con ellos, al final el roce hace el cariño.
Una escena propia de una película de Berlanga. Como diría Forges...¡País!
Dejemos a los pobres espíritus en paz, que no hacen daño a nadie y expulsemos a los que de verdad nos quitan el sueño: los políticos.
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