viernes, 26 de septiembre de 2014

Última tarde de verano


Anochece antes. Los días comienzan a ser más cortos. Son las últimas tardes de verano. Me gustan estas tardes porque traen con ellas pequeños indicios del otoño que se aproxima: noches más largas, temperaturas más agradables...la antesala de una época que invita a dar largos paseos, a disfrutar de lecturas acurrucada bajo una manta, a sentarse con una humeante taza de té o café y dejar pasar el tiempo sin más, a remolonear en la cama calentita los fines de semana y, puede que, si hay suerte, incluso a ver llover a través de los cristales.

La lluvia, esa díscola y esquiva, deseada con tanta avidez en esta sedienta tierra, tuvo a bien dejarse caer por estos parajes la última tarde de verano. Quiso dejar su huella en el verano que se despide. Particularmente, no encuentro mejor forma de darle el adiós al insufrible y pegajoso calor que con este preludio otoñal. Porque ella sabe que, aunque se haga de rogar, siempre es bienvenida en estos áridos lugares. 






A pesar de que esta vez no trajo buena compañía...







...y se dejó caer con inusitada fuerza.