Y no lo hago adrede, lo juro. Son ellas, las ideas las que me asaltan de improviso, sin esperarlo. Debe de ser restos de algún mal hábito adquirido en épocas anteriores. Y cuando eso sucede me pregunto muchas cosas, me pregunto por ejemplo qué sentido tiene mi vida y no en el aspecto más transcendental sino en el cotidiano, en el día a día. ¿Porque les sigo el juego? A ellos, a los que se han erigido en dioses menores de nuestra vida, los que nos dicen como tenemos que vestir, que nos tiene que gustar, que debemos leer, que debemos comer, que aspecto debemos tener, que debemos pensar…o mejor, que no debemos pensar. No pensemos que somos abejas obreras trabajando sin descanso para mantener una reina (o varios dioses, al gusto) porque ella (ellos) es la única capaz de hacer que la colmena siga existiendo, no pensemos que somos un rebaño de ovejas condenadas a seguir a un pastor (o líder, al gusto) porque sin él no seriamos capaces de sobrevivir, no pensemos que somos como hormigas laboriosas viviendo en una sociedad perfectamente estructurada, donde cada una cumple su misión y la que no es apartada.
Mejor no pensar, mejor dejarse llevar, formar parte del engranaje del sistema que tan bien nos soluciona la vida. Porque, ¿que hay para los que cuestionan? ¿Los que se oponen? ¿Los que piensan? A esos se les aparta, se les excluye, se les margina y se les pisa si se da el caso. Así que mejor no pensar , mejor seguir la corriente y luchar por las muchas ventajas que nos ofrece la vida en manada, seguir la zanahoria que nos ponen delante de las narices, creer que somos dueños de nuestras vidas, que somos libres para decidir, mejor seguir jugando a lo que nos han enseñado.
Y acabamos viviendo en una ciudad dormitorio, teniendo una familia dormitorio, que solo vemos de noche, entregando nuestros hijos al sistema para que les eduque según las normas establecidas, porque nosotros estamos muy ocupados en trabajar para la gran maquinaria, ocupados en que se mantenga engrasada, que no pare. Trabajamos para poder hipotecarnos la vida, para tener un “futuro” aunque en el fondo sepamos que somos carne de asilo, porque nuestros hijos, esos que hemos entregado al sistema, como si de una ofrenda a los dioses se tratara, también estarán muy ocupados en mantener engrasada la maquinaria.
Por eso cuando esto me sucede, cuando me asaltan estas ideas, lo que suelo hacer es salir de compras, acercarme a un centro comercial, dejarme seducir por las luces, el ambiente despreocupado y gastar mi dinero libremente en todo aquello que me apetezca. Es mano de santo, vuelves a casa feliz con tus compras nuevas y sin rastro de ideas raras. Es la ventaja de pertenecer a la maquinaria del sistema… ;)