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jueves, 13 de diciembre de 2012

Escapada al sur de Córdoba



Disponíamos de dos días solamente. Esto, unido a que teníamos un bonohotel a puntito de caducar, que había que aprovechar como fuese, y que decidimos, justo en puertas del puente, que nos íbamos, cuando todo estaba ya a rebosar, hizo que nuestro destino fuese producto, más de la casualidad que de una planificación concienzuda.

El lugar escogido: Rute, en Córdoba. Más que escogido, era el único hotel de la guía de bonohoteles que estaba a una distancia razonable y, lo más importante, que el jueves disponía de habitaciones libres para la noche del sábado. No conocíamos la zona, por las referencias que encontramos por Internet no parecía tener mala pinta, así que con ellas como única guía nos dirigimos hacía el sur de Córdoba. 


Llegamos a Rute tras coger la salida hacía Loja por la A-92, siguiendo la indicación del navegador. Pronto descubrimos que esta ruta, aunque nos ahorraba unos  cuantos kilómetros, sin embargo, nos introducía en una serpenteante carretera de sierra con demasiadas curvas. Aún así nos proporcionó un precioso paisaje y unas vistas esplendidas sobre Iznájar y su pantano. Un adelanto de lo que el viaje iba a suponer.


Rute nos sorprendió. Esperábamos muchas cosas pero, lo que no nos podíamos imaginar al llegar al pueblo era la cantidad de gente y tráfico que encontramos. Demasiada gente, colas de coches, todo lleno de autobuses transportando viajeros de aquí para allá y aparcados por todas partes. Esta frenética actividad se debe a los diferentes museos que tiene: Museo del azúcar  Museo del jamón, Museo del chocolate, Museo del turrón, Museo del anís...y alguno más que seguro me he dejado por ahí. Sabíamos lo de los museos, pero jamás me podía imaginar que moviesen a tanta gente. Supongo que las fechas en las que estamos tiene mucho que ver, puede que en otra época no haya tanta masificación. Me había hecho a la idea de descansar en un lugar tranquilo, y lo que encontré fue una versión, a lo bestia, de una gran superficie abarrotada de gente realizando sus compras navideñas y todo ello amenizado por la música de los villancicos que te perseguía allá donde fueses. En definitiva, todo un agobio. 

Como llegamos sábado por la tarde y en esta época oscurece pronto, decidimos unirnos a la aglomeración de gente y visitar los museos. Dada la ilusión con la que hice la visita, no es extraño que no venga hablando maravillas de ninguno de ellos. Eso sí, hay dos que no están mal, el Museo del anís que es curioso y el del chocolate. El belén de chocolate he de reconocer que no está mal y mira que no me gustan los belenes y desde la visita al museo, creo que también estoy empezando a odiar el chocolate.






El domingo teníamos dos destinos claros: Lucena e Inázjar. Lucena o la Perla de Sefarad, como era denominada en la Edad Media, era el principal núcleo de población judía en Al-Ándalus. Estuvo habitada exclusivamente por judíos entre los siglos IX y XII y fue sede de una importante escuela universitaria judía de gran prestigio intelectual, muchos de cuyos sabios viajarían más tarde a Toledo a formar parte de la Escuela de traductores. La invasión almohade en el 1148 y la intransigencia de estos con aquellos que no se convirtiesen al Islam, hizo que casi toda la población judía emigrase, en su mayor parte al norte, estableciéndose muchos de ellos en Toledo. Lucena pasó a formar parte del Reino de Granada. Tras la batalla de Lucena, ganada por Diego III Fernández de Córdoba en 1483, Boabdil, rey de Granada permaneció preso en Lucena en la torre del Castillo del Moral. Lucena pasó a ser cristiana y se abrió para ella una nueva etapa histórica.

Paseamos por la judería  que conserva su estructura de pequeñas callejuelas mezcladas unas con otras de forma casi laberíntica. Visitamos el Castillo del Moral, hoy sede del Museo Arqueológico y algunas de las numerosas iglesias que tiene, y son muchas. Lucena nos gustó, fue una visita tranquila y llena de sorpresas agradables. Nos hubiéramos quedado más, pero el tiempo apremiaba, nos quedaba la última visita, Iznájar y casi cuatro horas de camino de vuelta.







Iznájar era la última etapa de nuestro recorrido, sin saberlo habíamos dejado lo mejor para el final. El pueblo está situado en lo alto de una colina, desparramando sobre su loma sus blancas casas encaladas y a sus pies se extiende el embalse de Iznájar, el mayor de Andalucía, proporcionando una panorámica espectacular. Pero esto no es todo, cuando te adentras en sus calles descubres rincones soberbios: el Patio de las Comedias, el Castillo de Hins Ashar, la iglesia de Santiago o el cementerio, situado en lo más alto del pueblo, con unas impresionantes vistas sobre el embalse.










Nos despedimos de la zona con la sensación de que nos dejábamos mucho por ver, como Cabra o Priego de Córdoba y con ganas de volver con más tiempo para poder disfrutarla más calmadamente, porque merece mucho la pena recrearse en ella.

Para volver cogimos la A-92 por Salinas, esta vez preferíamos hacer un poco de kilometraje más a cambio de menos curvas. Fue un acierto, paramos a comer en un hotel rural totalmente recomendable, La Paloma. Un lugar encantador donde comimos maravillosamente bien. 

En resumen, un viaje que nos dejó muy buen sabor de boca.



Fuentes: http://es.wikipedia.org/wiki/Lucena