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viernes, 14 de febrero de 2014

Rincones lectores


Puede que estés en una sala de espera, un poquito nerviosa, porque lo que estas esperando es que te inyecten en vena tu dosis correspondiente de quimio, esa que promete acabar con el Alien que vive en ti, y además dejarte por una temporada fuera de combate, hecha un zombi zarapastroso y sin saber cuando volverás a ser persona. O puede suceder que estés en otra sala de espera, totalmente distinta, comiéndote las uñas hasta el codo por el ansia que te crea tu sesión habitual de rayos cósmicos (¡como he llegado a odiar a esa máquina infernal!) para que te achicharren las células antisistema que tienes y de paso alguna de las modositas también. O, al contrario, quizá estés en esos mismos lugares pero en vez de andar pensando en todo eso te encuentres viajando en el tiempo, perdiéndote en un delicioso relato o muy entretenida resolviendo un asesinato. 

Está claro que el poder evasivo de la lectura en determinadas circunstancias es más que recomendable. Por ello creo que los puntos de lectura que he encontrado en mi paso por el hospital son un gran acierto. Ofrecen una opción de lectura mucho más interesante que la típica mesita con unas cuantas revistas, más o menos manidas y más o menos actuales, muy del paisaje de las salas de espera. También te valen para hacerte una idea del tiempo que vas a pasar en esa sala.

El punto de lectura de oncología es con diferencia el más chulo que me he encontrado hasta ahora, tanto dentro como fuera del hospital. Se podría llamar perfectamente libros suspendidos o libros voladores, es tan moderno que conseguía llamar la atención de todos los que entrabamos en la sala y nos dirigíamos curiosos a ver que era "aquello" que colgaba del techo. Pero creo que era esa misma modernidad la que hacía que la gente no se animara mucho a usarlo, te daba la impresión que se iba desarmar sin remedio al tocarlo y que más tarde no habría manera de volverlo a recomponer. Durante el tiempo que he pasado en esta sala de espera solo recuerdo haber visto a una persona usarlo y os puedo asegurar que pasábamos el suficiente tiempo allí como para estar tentado a leer aunque no fuese lo tuyo.

Pertenece a una fundación que lleva el nombre de una escritora afincada en Murcia, Fundación Carmen Montero Medina. De hecho todos los libros que hay en ese punto de lectura son de esta escritora que supongo los donaría al hospital. He de confesar que yo tampoco lo he usado, primero porque voy con mi libro a cuestas a todas partes y segundo porque creía que estando donde estaba iban a ser libros sobre enfermedad, superaciones y todas esas historias que en ese momento no me apetecía mucho leer. Tal vez le tendría que haber dado una oportunidad.





El que encontré en radioterapia era la antítesis del que había en oncología. Mucho más de andar por casa, más normalito, menos chulo, pero para mí infinitamente más molón. La idea es muy buena, una estantería, unos cuantos libros aportados voluntariamente y, con muy poquito dinero y muchas ganas ya tienes tu punto de lectura en marcha. Y funcionaba, debo decir que a mí que me gustaba pasearme por los títulos que tenía, estos cambiaban. Doy fe porque se me escaparon dos que me interesaban bastante.

Esa idea de aportación voluntaria era la que también lo hacían especial, porque si algo se amolda a la definición de ecléctico es, desde luego, este punto de lectura. En él he encontrado desde Asimov a manuales de enfermería, desde García Márquez a enciclopedias de edad indeterminada. 




El propósito de compartir libros hacen de este pequeño rincón de lectura un lugar tan versátil como peculiar. Viendo los títulos de la biblioteca salta a la vista el criterio que han seguido algunos para hacer su aportación. Unos está claro que han ganado con el cambio, porque hay libros que te preguntas si realmente era necesario gastar papel en imprimir "eso", a la vez que alucinas con lo que la gente puede tener en su casa. Otros simplemente han ganado espacio en sus estanterías (algunos bastante). Aunque también he encontrado rarezas que no estaban mal, o libros tan buenos que te preguntas como alguien puede deshacerse de determinadas obras (¿desprenderse de "Cien años de soledad"?, eso debería estar penado) y sospechas que no es por un acto de altruismo loco.





Sean como sean me ha gustado encontrármelos. Llevar la lectura a determinados lugares es una gran idea. Ojalá encontrásemos más puntos como estos en más salas de espera.