Páginas

lunes, 28 de octubre de 2013

Antojos


La quimio me hace recordar, en determinados momentos, la época en la que estaba embarazada. Después de unas nauseas terribles te asaltan los antojos más variopintos. Hay ocasiones en las que ni esperan a que acaben las nauseas y se superponen sobre estas. El ranking de popularidad, el top ten de los antojos en el miniuniverso quimio lo lideran los berberechos, mejillones, almejas, etc... Siendo el más de lo más el bocata de mejillones. Yo, en particular, tengo la casa llena de latas de berberechos para abrirlas en cualquier momento.

Un antojo no es aquello de: "me apetece..." o "ahora me comería..." Un antojo es mucho más fuerte, es algo parecido a: "mataría por comerme ahora mismo..." Tu cuerpo quiere que le proporciones en ese preciso momento y sin mayor dilación un alimento determinado, por ejemplo: acelgas (que tu, por otra parte, odias) y, como es muy listo, sabe muy bien como manipularte para conseguirlo y para ello elabora una campaña de marketing sin precedentes. Comienza por poner en tu cerebro la imagen del alimento en cuestión, como si un fondo de pantalla fijo se tratase, de manera que por mucho que quieras pensar en otra cosa es imposible, solo existe un único pensamiento y es...¡acelgas! A la vez que se cocinan en tu mente, poco a poco, un trillón de recetas con acelgas que ni tu misma eras consciente de que conocías (¡si yo odiaba las acelgas!). Y no solo eso, sino que además te parecen todas y cada una de ellas absolutamente deliciosas, tanto, que salivas copiosamente solo con pensar en ellas. Tu cerebro acaba de convertir una simple acelga fea, insípida y chuchurria en el más exquisito de los manjares y, lo peor es que sabes que no habrá paz en ti hasta que no te la comas. 


El primer contacto que tuve con los antojos, que recuerde, fue en el embarazo de mi hijo mayor. Me asaltaban unas ganas horrorosas de comer morcilla. Me gustan las morcillas pero no tanto como para soñar con ellas, ni tan siquiera es un alimento habitual en mi dieta. Las ansías por comer morcillas desaparecieron cuando en la primera analítica me diagnosticaron anemia y me pusieron un tratamiento. 


Con mi segunda hija los antojos aparecieron incluso antes de saber que estaba embarazada. Odio las espinacas, de siempre, sin embargo, un buen día, sin saber porqué tenía una necesidad increíble de tomarlas. Aprendí mil formas de cocinarlas (la tortilla de espinacas con anchoas, está muy buena). Afortunadamente, antes de que mi familia feneciese bajo una sobredosis espinaquil descubrí que estaba embarazada. Me recetaron ácido fólico, volví a odiar las espinacas, mi familia me hizo jurar y perjurar que no volvería a entrar una espinaca en casa y todos felices, y comimos perdices (obviamente, más espinacas, no). Flipé entonces con lo listo que es nuestro cuerpo y lo bien que nos cuida, mientras que yo se lo pagaba atiborrándolo de porquerías varías.

Decidí tomarme mucho más en serio lo de cuidar mi cuerpo y saber de lo que me alimentaba. Por eso, cuando en la primera entrevista con el oncólogo me dijo: "come de todo, procura que sea sano, pero sobre todo cosas que te apetezcan", sabía a lo que se refería, es decir, hazle caso a tu cuerpo por que él sabe lo que necesita. Con lo que no estuve para nada de acuerdo fue con lo que añadió después: "...y sobre todo nada de suplementos alimenticios". Comprendí perfectamente lo que me quería decir con ese "eufemismo", por ello le comenté que en una revista que nos habían dado en la Unidad de Mama nos recomendaban consumir semillas de lino por su gran contenido en omega 3. Le mostré la revista que iba firmada por médicos de ese mismo hospital (es decir, colegas suyos que seguro conocía) le echó un vistazo y añadió: "...bueno, si está demostrado científicamente, en ese caso, sí".



Este verano he leído dos libros escritos por médicos. Uno de ellos, "Mis recetas anticáncer", está escrito por Odile Fernández, una médico de cabecera que superó un cáncer de ovario con un pronostico bastante pesimista. No se conformó con las soluciones que le ofrecían sus oncólogos por lo que decidió investigar por su cuenta. El libro es el resultado de su investigación.

El autor del otro libro, "La enzima prodigiosa", es un conocido cirujano especialista en colon, Hiromi Shinya. Nos habla desde su experiencia en los años que lleva ejerciendo su profesión y nos propone una dieta capaz de luchar contra distintas enfermedades que ha obtenido excelentes resultados en sus pacientes.

A pesar de que son libros distintos les une una misma idea: nuestro cuerpo es capaz de curarse a sí mismo y la clave para conseguirlo está en la alimentación. Nos enseñan un modo distinto de alimentarnos, otros hábitos para que los adaptemos a nuestro modo de vida y nos ayuden a mantener la enfermedad alejada de nosotros o a luchar contra ella. Lo que nos ofrecen no es sorprendente, ni nuevo, lo hemos oído más de una vez, ambos coinciden en: una alimentación saludable basada en muchas verduras y frutas, poca carne, alimentos cuanto menos elaborados mejor, alejar aquellos alimentos que nos perjudican, mucha actividad física y una buena armonía interior.

Aunque también nos hablan de aquellos "suplementos alimenticios" (como los llama mi oncólogo) que nos ayudan, en especial, en la lucha contra el cáncer (por ejemplo, la cúrcuma, que Odile Fernández presenta como un potente anticancerígeno). Explican las cualidades de muchos alimentos y productos naturales que pueden ayudar a prevenir la enfermedad, o en caso de tenerla a hacer más llevadero el tratamiento.





Me ha gustado la lectura de ambos libros, pero sobre todo el de la Dra. Odile Fernández, en el que te explica que es el cáncer, como se forma en nosotros y como podemos prevenirlo y curarlo. Odile no nos dice que abandonemos la terapia tradicional, no nos pide que no nos sometamos a la quimio, la radio o la cirugía. Solo nos muestra un camino alternativo, un camino con una base científica que funciona y la prueba es ella misma y su nueva maternidad.

No soy ninguna "hierbas", pero desde el momento que decidí cuidar más mi alimentación me acerqué bastante al mundo de los productos naturales. Creo que hay una medida para todo y un lugar para cada cosa. Por eso me sorprende bastante aquellos que de entrada rechazan este mundo sin saber las soluciones que nos puede aportar o, al contrario, aquellos que ponen en peligro su salud por la absurda idea de que lo natural es mejor porque no tiene efectos secundarios (cosa totalmente falsa). Pienso que tanto el mundo de la medicina natural, como el de la medicina convencional se pueden unir, complementarse para aportar los máximos beneficios a nuestra salud. Rechazar uno u otro de entrada, sin más, me parece bastante obtuso, por eso es de agradecer que cada vez más médicos "convencionales" confíen en la medicina natural como alternativa o complemento para el tratamiento de distintas enfermedades. 


Dice la Dra. Odile Fernández en su libro: "Se puede evitar el riesgo de padecer cáncer de mama mediante el consumo de alimentos que regulen los niveles de estrógenos. Sin embargo, los médicos no solemos dar este tipo de información ni a las mujeres sin cáncer ni a las que ya lo padecen. Principalmente por falta de información. En las facultades de medicina se enseña mucha teoría,  muchos conocimientos de fisiología y muchos datos que olvidas tras el examen de turno, pero no nos enseñan medicina preventiva práctica. No nos enseñan que no basta con lo que cuenten en la facultad, que tenemos que investigar constantemente y estar al día de los últimos descubrimientos científicos. Los laboratorios farmacéuticos se encargan de enseñarnos las últimas novedades en cuanto a fármacos se refiere, pero nadie nos habla de como influye la alimentación o el ejercicio en el desarrollo y evolución de la enfermedad. Los médicos debemos tener más inquietudes científicas y pensar más en prevenir que en curar. La medicina preventiva debería ser la base del sistema sanitario y no intervenir para poner el parche una vez desarrollada la enfermedad".

Yo si creo que la alimentación es muy importante y que hay determinados alimentos que no solo aportan nutrientes sino que además tienen propiedades curativas y ayudan a mantener alejada a la enfermedad, igual que otros ayudan a que se desarrolle. Los antojos evidencian que nuestro cuerpo es un organismo que sabe exactamente lo que necesita en cada momento y donde conseguirlo. Es un organismo vivo que se esfuerza por estar sano, ¿no deberíamos ayudarle? 


Una de las cosas que me llamó mucho la atención cuando leí el libro de Odile Fernández fue como relataba que ella antes de que le diagnosticasen el cáncer que padecía se sentía mal, pero mal animicamente, es decir: mal humor, irritabilidad, cansancio... Ella como médico intuyó que algo iba mal en su cuerpo. Yo no soy médico por lo tanto no pude intuir que a mi cuerpo le ocurría nada extraño pero si sentí lo mismo. Justo antes de encontrar el bulto en mi pecho tuve una época en la que me sentía muy cansada, pero sobre todo muy triste sin que hubiese ningún motivo para ello. Lloraba mucho, me enfadaba con todo el mundo y cuando pensaba en cuál podía ser la causa de mi estado no encontraba razón alguna para estar así. Ahora, después de saber que ella también se sintió igual, me pregunto: ¿es capaz nuestro cuerpo de saber que algo no funciona bien e intenta ponernos en alerta?


Quizás nuestro cuerpo es mucho más sabio de lo que creemos y tal vez muchas de las respuestas que buscamos fuera él ya las conoce. Deberíamos escucharlo y tratarlo mejor.


Además del libro, Odile Fernández tiene un blog donde puedes seguir sus consejos, es este: 

http://www.misrecetasanticancer.com/


"Mis recetas anticáncer" 
Odile Fernández.
Ediciones Urano, S. A.
Barcelona 2013

"La enzima prodigiosa" 
Hiromi Shinya.
Ediciones Aguilar, 2013