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viernes, 31 de mayo de 2013

31 de mayo, un día sin malos humos.



Viernes, 31 de mayo, ¿algo qué celebrar? Pues sí, aparte de que es viernes y que ya asoma su patita por debajo de la puerta mi querido y siempre añorado "finde", hoy se celebra el Día Mundial sin Tabaco. Ese día que año tras año tanto he odiado y que cada vez que oía pensaba: "ya están de nuevo los talibanes antitabaco dándonos la murga". Este año, sin embargo, es distinto, porque me he apuntado a la liguilla de los talibanes antitabaco, eso sí, aunque me he cambiado de bando prometo no ser una quisquillosa del fumeteo.


La verdad es que llevo muy poco tiempo siendo una ex-fumadora (que bien suena), apenas tres semanas, pero me han parecido siglos, si eres de los que sientes que el tiempo se te escurre de entre las manos como minúsculos granos de arena, deja de fumar, ya verás como se convierte en una pesada losa que no hay manera de mover. Sí, es duro, pero el resultado merece la pena, y no lo digo por lo que ganas en salud o por el dinero que te ahorras (que por supuesto, está genial), es sobre todo por lo orgullosa que te sientes por haber sido capaz de superar la adicción al tabaco. Yo fumaba una cajetilla al día y comencé a fumar sobre los catorce años, claro que cuando comencé a fumar no me fumaba un paquete en un día, pero desde aquél momento no ha habido un solo día en el que no haya encendido más de un cigarro al día. Teniendo en cuenta la línea del tiempo y la cantidad de tabaco, es mucho, demasiado. Y además era una fumadora convencida, lo hacía porque quería, porque me gustaba, porque me relajaba. No quería dejar de fumar. Que me gastaba un ojo de la cara en tabaco, pues cambiaba de marca a otro más económico. Ni tan siquiera cuando estaba enferma pensaba en dejarlo, ni cuando mis hijos me decían que porqué no lo dejaba pensaba en dejarlo. Entonces, ¿porqué lo he hecho? Porque creo que en el fondo sí que quería dejarlo, pero me podía el miedo. Ese miedo que tenemos todos los fumadores a enfrentarnos a una vida sin tabaco, a ese vacío que vislumbramos si no tenemos un cigarro que nos acompañe en nuestro día a día. Cuando alguien me comentaba que había dejado el tabaco, yo me sentía incapaz de hacerlo, la sola idea de dejarlo era como asomarme a un abismo sin fondo.

El empujón vino a raíz de cambiar de los cigarrillos al tabaco de liar. Primero, porque no me gustaba nada, el tabaco de liar es sumamente asqueroso; segundo, porque con este tienes menos mono que con los cigarrillos de cajetilla normal; y tercero, porque, aunque parezca ridículo, el tabaco de liar me hizo aborrecer el tabaco normal, los cigarros de siempre. No sé lo que fue, puede que el olor, pero de repente la sola idea de volver a fumar tabaco normal me daba arcadas, a la vez que el tabaco de liar tampoco me convencía, me encontré de pronto en tierra de nadie, con ganas de fumar pero sin apetecerme fumar nada en concreto. Así que me dije: "esta es la tuya, aprovecha antes de que te vuelvas a enganchar a algo asqueroso, o ahora o nunca" Y aquí estoy, me ha costado pero lo he superado y aunque las ganas de fumar siguen apareciendo, tengo muy claro que no voy a volver a ponerme un cigarro en la boca. Nunca había estado tan segura de algo y esa seguridad, de la que me siento muy orgullosa, es a la vez, la que me da fuerza para seguir en mis trece. 

Todavía siento ansiedad, pero cada vez es menor, y me da igual tenerla porque tengo muy asumido que no voy a volver a fumar. Me gusta como es mi vida ahora. Te dicen que cuando dejas de fumar vuelves a saborear los alimentos mejor, dejas de toser por las mañanas, no te cansas tanto...a mí no me ha sucedido nada de eso: los alimentos me saben igual, no toso por las mañanas porque antes tampoco tosía al levantarme y me sigo cansando lo mismo. Sin embargo, hay algo que ha cambiado y mucho, y es que mi vida es mía. No era consciente de esto hasta que lo he dejado: ya no me levanto por las mañanas pensando en fumar el primero del día, estoy relajada comiendo, sin prisas por acabar para poder echarme un cigarrillo, no estoy pendiente de tener que ir a comprar para no quedarme sin tabaco y cuando salgo a tomar el aire, es a eso, sencillamente a tomar el aire, sin más. Además, algo sorprendente, soy capaz de divertirme por mí misma, sin la compañía del tabaco, de concentrarme sin tener que encenderme uno, de superar un disgusto sin fumar, me pongo nerviosa y me puedo relajar yo sólita, no necesito el tabaco en mi vida. Pero lo que más me ha impresionado es el olor, ha desaparecido ese horrible olor que me acompañaba y me envolvía toda entera, tanto a mí como a mi casa. Acababas de salir de la ducha te encendías uno y ya olías a tabaco, te acababas de perfumar y te ponías a fumar y el olor que te acompañaba era el del tabaco. Definitivamente, las ventajas son muchas como para volver a caer de nuevo. Lo único que siento, estando ahora donde estoy, es no haberlo intentado antes, no es tan difícil como creía, basta con estar segura de lo que quieres hacer y lo puedes conseguir.

Se me olvidaba, los 31 de mayo, también tengo otra celebración muy especial...¡mi cumple! Cuarenta y seis tacos, muy bien puestos, uno detrás de otro, si no me he equivocado, que creo, que no. La cifra da hasta vértigo, pero que bien que me sientan (y es que una no necesita abuela), y no me refiero al físico (que también), me refiero a otras cosas: a esa seguridad que da la edad, ese "savoir-faire"que te hace disfrutar de la vida de otra forma, esa experiencia que viene con los años que hace que te sientas muy bien contigo misma, que te conozcas y además te gustes. Apagaré mis velas y pediré un deseo, que este año tengo muy claro. Y os aseguro que el humo de las velas será el único que me acompañe hoy.