En una noche despejada, en un lugar convenientemente apartado de la contaminación lúminica de nuestras ciudades, es más que probable que nuestros ojos asistan al espectáculo sobrecogedor del firmamento en todo su esplendor. Nos será fácil observar una franja blanquecina de aspecto nuboso que cruza el cielo de este a oeste: es la Vía Láctea o Camino de Santiago. Lo que estamos contemplando es, en realidad, un plano de nuestra galaxia y su aspecto lechoso (de donde deriva su nombre) se debe a la gran concentración de estrellas que en ella podemos encontrar. Unos buenos prismáticos bastarán para mostrarnos rincones, sobrecogedores por su belleza, de la galaxia a la que pertenecemos. En nuestra cultura la Vía Láctea está ligada al Camino de Santiago por ello es normal nombrarla de cualquiera de las dos formas y por esta misma razón al Camino de Santiago se le conoce también como Camino de las Estrellas.
Recoge el Codex Calixtinus entre sus páginas la leyenda que vincula la Vía Láctea al Camino de Santiago, nos cuenta que Carlomagno contemplaba todas las noches el camino de estrellas que recorría parte de Europa para acabar en Galicia y se preguntaba que significaría aquello. Una noche, en sueños, se le apareció el Apóstol Santiago para comunicarle que debía seguir ese camino de estrellas con un gran ejercito para liberar su camino y su sarcófago de las gentes paganas que allí habitaban y así podrían llegar peregrinos de todo el mundo para visitar su tumba y redimir sus pecados. Y según parece así lo hizo Carlomagno, que guiado por aquél camino estelar pudo encontrar el lugar donde permanecía enterrado el apóstol (1).
Es una bonita leyenda pero le falla un pequeño detalle, en el año en el que se descubrió la tumba de Santiago (814 según algunos autores ó 834 según otros) Carlomagno ya estaba en la suya propia. En el Camino la historia y la leyenda se hacen una y es complicado saber a ciencia cierta donde acaba una y comienza la otra. Nos cuenta la historia que hacía el año 814 ó 834 un ermitaño llamado Pelagio (Pelayo), contempló en un bosque cercano un gran resplandor y se lo comunicó al obispo de Iria Flavia que se llamaba Teodomiro quién se dirigió hacía el lugar y descubrió los restos de Santiago. Era en aquella época rey de Asturias Alfonso II el Casto, a quién le corresponde el honor de haber sido el primer peregrino del Camino, ordenó construir en el lugar del hallazgo una basílica, origen de la actual Catedral de Santiago de Compostela.
Compostela, así fue como se llamó al lugar donde se halló la tumba del Apóstol. Unos dicen que proviene de "campus stellae" y significaría "campo de estrellas", en honor a las extrañas luces que indicaron el lugar donde se hallaba la sepultura. Para otros, deriva de la palabra "compositum" que quiere decir cementerio. Pero lo más probable es que provenga de " Compostella, id est bene composita" (Compostella, esto es bien construida) (2).
Lo que si sabemos con certeza es que Compostela era un gran nudo de comunicaciones desde donde partían la mayoría de vías que recorrían la antigua Gallaecia lo que la convertían en el lugar ideal para la construcción del Templo y sede de la capital de Galicia. Por otra parte el Camino de Santiago tampoco era del todo desconocido, todo lo contrario, mucho antes del descubrimiento de la tumba de Santiago ya era recorrido por peregrinos, era una ruta iniciática que se dirigía a Finisterre, al Mar de los Muertos, del que nadie volvía. El lugar más occidental del mundo conocido donde todas las noches moría el Sol y que los peregrinos contemplaban al grito de: ¡Ultreya! que significa "más allá".
Hasta la autenticidad de los huesos del Apóstol son un misterio, hay quien las atribuye a Prisciliano, otros como Lutero afirmaban que ni tan siquiera eran humanos, lo cierto es que los restos nunca han sido estudiados. Los últimos estudios arqueológicos aseguran haber encontrado una inscripción del siglo I con el nombre hebreo de "Jacob" (equivalente a Santiago) en el sepulcro del Apóstol en Compostela, lo cual interpretan como signo del paso inequívoco de este por la península Ibérica y de su posterior enterramiento en Galicia (3) . Y es que hasta la presencia del Apóstol por nuestras tierras es dudosa para muchos.
El Camino de las Estrellas nació de la necesidad que tenía la cristiandad de consolidarse, de buscar nuevas rutas para los peregrinos alternativas a Jerusalén o Roma. En el ámbito político supuso para Alfonso II la aglutinación de sus territorios bajo un mismo reino, en una época en la que la secesión constituía un gran peligro para la corona astur, un patrón idóneo para sus fines, es decir, un caballero cristiano matamoros y una ciudad fiel a su causa: Compostela.
La peregrinación a Santiago de Compostela pronto comenzó a movilizar a miles de cristianos que acudían a visitar el lugar donde se hallaban los restos del Apóstol. Europa comenzó a moverse a través del Camino de Santiago y con ella la cultura que comenzó a dejar su huella a lo largo de todo el camino, convirtiendo a este en un auténtico museo de más de 800 kilómetros de longitud, como dijo Goethe: "Europa nació de la peregrinación".
Y la peregrinación sigue viva, los peregrinos llegan de todas partes del mundo a la Catedral de Santiago a visitar la tumba del Apóstol, ya sea por el Camino francés o por otros muchos de los caminos que llevan hasta Santiago y todos acaban con el mismo anhelo: volver a realizar el camino. Porque aunque la Vía Láctea no coincida siempre con el Camino de Santiago, aunque haya dudas sobre quien está verdaderamente enterrado en la tumba, aunque mucho de lo que se cuenta corresponda más a la leyenda que a la historia, hay algo que está por encima de todo esto y es el camino en sí. Un camino que muchas veces constituye un camino hacía ti mismo y del que vuelves renovado. ¿Un camino iniciático? Creo que no hay ninguna duda.
Fuentes:
http://cvc.cervantes.es/artes/camino_santiago/prologo.htm
(1) http://www.sewanee.edu/Spanish/santiago/turpin.html
(2) http://es.wikipedia.org/wiki/Santiago_de_Compostela
(3) http://es.wikipedia.org/wiki/Santiago_el_Mayor