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jueves, 8 de marzo de 2012

Flor de almendro



La flor del almendro está vestida de blanco
con mantos tejidos por los meses fríos.
Es un explorador o un adelantado
escalando las elevaciones del terreno
o un capitán cuyas tropas son
las distintas clases de flores

Poema andalusí del siglo XI



El almendro es el símbolo por excelencia de la llegada de la primavera. Tan pronto cede el frío del invierno este árbol se convierte en grandes ramilletes de flores que van del blanco al rosado y que ofrecen un paisaje de ensueño.

Este árbol, proveniente de Asia y norte de África en Europa se comenzó a plantar en el siglo IV a.C.



Nos sorprende porque antes de salir las hojas nos ofrece el regalo de sus bellas flores. Este hermoso regalo lo explica una historia de amor de la mitología griega. Según esta historia, Fílide, princesa de Tracia, se enamoró  de un joven combatiente de la guerra de Troya llamado Acamante. Ella iba todos los días a la costa esperando encontrar el barco de su amado. Pero el barco no llegaba y la princesa murió de tristeza. Entonces la diosa Atenea convirtió su cuerpo en un almendro. Al día siguiente, cuando llegó el joven Acamante, sólo pudo acariciar la corteza del árbol. El amor de la princesa Fílide, que ya era un almendro, respondió a Acamante floreciendo de repente, sin echar hojas.


En nuestro paisaje actúa como agente antierosión y freno a la desertización porque crece hasta en tierras calizas, pobres en nutrientes y es muy  resistente a la sequía.

La belleza de sus flores y todas sus virtudes ecológicas, medicinales y alimenticias han hecho que el almendro en todas las culturas sea fuente de inspiración para pintores, escritores, poetas y todos aquellos que disfrutamos de la naturaleza.




Para la tradición judía, la almendra generalmente representa a lo escondido, lo ignoto tras una corteza dura. Descubrir la almendra, comerla tiene por significación descubrir un secreto, participar de él. Por la base de un almendro se penetra a la ciudad misteriosa de Luz (que en hebreo significa almendra), la cual es una estancia de la inmortalidad. También Luz se llamaba el lugar donde Jacob tuvo su visión y que renombró Beith-el o Casa de Dios.


En la religión cristiana, heredera de la simbología hebrea, la almendra juega un papel fundamental, pues representa a Jesucristo, porque su naturaleza divina está escondida en su naturaleza humana, de igual forma que antes de nacer, estaba en el cuerpo de su madre, la Virgen María. En la iconografía medieval es común encontrar representaciones de la Virgen, Jesús y los santos, dentro de una almendra o madorla, forma elipsoidal con dos vértices: uno apuntando al cielo y el otro a la tierra, uniendo lo divino y lo terrestre.




La primavera besaba 
suavemente la arboleda.
Las nubes iban pasando 
sobre el campo juvenil... 
Bajo ese Almendro florido, 
todo cargado de flor 
-recordé-, yo he maldecido
mi juventud sin amor.
Hoy, en mitad de la vida
me he parado a meditar... 
¡Juventud nunca vivida, 
quién te volviera a soñar!

                                       A. Machado