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domingo, 23 de junio de 2013

Presagios



Cuando comencé a escribir este blog nunca imaginé que tendría que publicar una entrada como esta, y es que hay instantes que es mejor no tener que entretejer. Desde hace más de un mes deambulo por inhóspitos parajes, lugares pantanosos donde predomina el resbaladizo y poco firme terreno de la incertidumbre, donde esperanza y futuro se entremezclan en uno y se vislumbran lejanos, difusos y, a veces, evanescentes.

Hablaba en Pura coincidencia, una entrada anterior, de algunas de las "casualidades" más impactantes que me habían ocurrido, aunque hubo una que no mencioné, quizá la más importante que me ha sucedido hasta el momento, y sobre la que gira mi vida actualmente. Lo hice adrede, no estaba preparada para hablar sobre ella en aquél instante. Ahora sí me encuentro con fuerzas y ganas de contar y compartir mi nuevo día a diá.

En la entrada sobre "La ridícula idea de no volver a verte" comentaba que cuando abrí el libro me dije: "Este no es el momento, ahora no puedo leer esto". No aclaré en aquella entrada que acababa de encontrarme un bulto en el pecho y en aquellos momentos de conjeturas, cábalas y pánico comenzar a leer un libro que habla sobre el dolor de la ausencia, el duelo de la muerte e incluso la misma muerte por cáncer no parecía lo más apropiado. Sin embargo, como dije, no fui capaz de dejar de leerlo y ahora, visto desde donde estoy, creo que fue lo mejor que pude hacer. En aquél momento de desconcierto en el que todo gira en el aire, en el que no te atreves a poner nombre a nada, en el que niegas todo porque crees que esas cosas solo le suceden a los otros, él (el libro) contestó aquellas preguntas que yo no era capaz ni de hacerme, me hizo que cogiese el toro por los cuernos, como se dice y me dio la fuerza necesaria para afrontar todo lo que vino detrás. Terminé de leerlo cuando me encontraba en la sala de espera para hacerme una mamografía. Entré y cogí un folleto informativo que decía así: "¿Es la primera vez que te realizas una mamografía? Debes saber que la mamografía es una prueba radiológica...". Después de leer aquel folleto cogí el libro mientras esperaba mi turno, para continuar leyendo como Madame Curie finalmente, murió victima de un cáncer, producto de toda la radiación a la que estuvo expuesta durante su trabajo. Cuando acabé el libro y lo cerré un solo pensamiento me vino a la cabeza: ¡Gracias! Gracias a Madame Curie porque su gran trabajo ha servido, entre otras muchas cosas, para que todas las mujeres que estábamos aquella mañana en aquella enorme sala de espera y otras que ni conozco, ni sabré jamás de su existencia tengamos un atisbo de esperanza al que poder agarrarnos. Gracias, también, a Rosa Montero por escribir un libro tan valiente que ha sido un apoyo inestimable en estos instantes tan inciertos y brumosos y finalmente gracias a ese algo, al que no sé ponerle nombre, pero que es el gran hacedor de estos mágicos momentos y estas, para nada, coincidentes casualidades. Entré a hacerme la mamografía justo cuando terminé de leer el libro. Supe entonces que aquél libro estaba y estaría irremediablemente ligado a esta parte de mi vida.





Ahora me encuentro recuperándome de una operación y adaptándome a mi nueva realidad en la que la incertidumbre todavía planea y en la que las salas de espera son mi nuevo día a día. En ellas estamos muchas nosotras mirando cara a cara a ese futuro incierto y contándonos nuestras historias, intentando campear el temporal con el mejor humor que podemos y despidiéndonos con un "suerte" que nos sale del alma y nos llega también a ella. Somos cómplices en una batalla que queremos ganar y en la que solo nosotras sabemos, sin contarnos, cuales son los monstruos que nos atenazan y con los que debemos luchar día a día. 

Desde esta nueva realidad intentaré seguir asomándome por estos lares, aunque no sé con que asiduidad podré hacerlo, porque ahora estoy muy ocupada en sacarle el máximo jugo a cada momento que asoma por delante de mis narices.