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domingo, 16 de septiembre de 2012

Atrapando la luz





Mariposa de luz, 
la belleza se va cuando yo llego
a su rosa.
   Corro, ciego, tras ella...
 La medio cojo aquí y allá...
¡Solo queda en mi mano
la forma de su huida!
                    
                             Juan Ramón Jiménez
                            Piedra y cielo  (1919)   


Patio de Comares,1917. Museo Sorolla

La luz, esa casquivana y caprichosa, no ceja nunca en su empeño de bañar cada rincón de forma particular, confiriendo, a cada uno, una peculiaridad distinta y creando atmósferas diferentes allá donde recae para regocijo de nuestras pupilas. Esa luz es el eje central de dos exposiciones temporales que podemos contemplar en el Palacio de Carlos V de la Alhambra: Sorolla. Jardines de luz, que permanecerá abierta hasta el 14 de octubre y  Sean Scully. Luz del sur, que se puede visitar hasta el 23 de septiembre. 

Hace un par de fines de semana tuve la ocasión de visitar las dos. Volver a la Alhambra, sea cuál sea el motivo, es algo que me fascina. Nunca me canso de visitarla, ella te recibe siempre igual: acogedora, misteriosa, hermosa y altiva. Es un deleite para los sentidos y un oasis donde el tiempo queda petrificado entre sus muros y adquiere otra dimensión.

La excusa para pisar de nuevo sus calles, recorrer sus jardines, deslumbrar nuestra mirada, esta vez, era muy buena: ver la obra de estos dos artistas. 

La exposición de Sorolla fue la primera que visitamos, desde que entré me impresionó porque va más allá de su obra pictórica. Muestra a los visitantes la última etapa de la pintura de Sorolla y como Andalucía y, en especial la Alhambra, influyeron en ella. Para ello se basa, no solo en las obras expuestas, si no también en las cartas y reflexiones del pintor durante aquella época. A través de la correspondencia que mantuvo con su esposa Clotilde, en sus primeras visitas a Sevilla, aparece un Sorolla hastiado de la Andalucía de pandereta que le quieren mostrar. Es el descubrimiento del Alcázar de Sevilla y, más tarde, la Alhambra en Granada, lo que le hace reconciliarse con esa Andalucía honda y profunda, de patios bañados por el sol, salpicados por los reflejos del agua y de silencios rotos por el rumor de las fuentes. Una Andalucía de la que también está enamorado Juan Ramón Jiménez, una misma visión del sur de dos maestros, que aunque de distintas generaciones, mantenían una estrecha relación, a la que, asimismo, nos acerca esta exposición, tanto en las cartas que ambos se intercambiaban, como en las dedicatorias de sus obras. Por tanto, la figura de Juan Ramón forma parte de esta exposición, que nos regala algunos de los versos del genial poeta acompañando la pintura de Sorolla. 

Asistimos, pues, a la metamorfosis de un maestro de la pintura que, en plena madurez de su obra, evoluciona hacía una última etapa más intima, en la que intenta reflejar la poesía que emana de los pequeños rincones.

Patio de la casa Sorolla, 1917. Museo Sorolla.
La exposición es sencillamente espectacular, y aunque parece misión imposible decantarse por alguna de las pinturas expuestas, a mí particularmente me cautivó: Patio de Lindaraja (el cuadro que aparece abajo). El motivo, los cipreses. Me quedé seducida por estos mullidos y espesos cipreses que de cerca no son más que una serie de pinceladas que aparentan no tener orden ni concierto. Genial.

Si queréis más información sobre la exposición, os dejo un enlace, que pinchando aquí podéis ver, en él os la comentan mucho mejor que yo, sin duda.

La exposición viajará de Granada al Museo Sorolla de Madrid, donde permanecerá este próximo otoño, una cita para no perderse.

Patio de Lindaraja,1910. Museo Sorolla.


De la exposición de Sorolla pasamos a ver la de Scully, que está alojada en la capilla del Palacio de Carlos V. Hay que decir que tienes que cambiar totalmente el chip, son dos conceptos distintos del arte. Mientras que en Sorolla encontramos una referencia explícita de lo que el artista ve, en Scully, la obra se vuelve libre a la atadura de la realidad y plasma la idea, la esencia del entorno que rodea al artista. Dos concepciones distintas de la pintura, inspiradas en un mismo espacio.

La exposición de Scully a simple vista es sumamente sencilla, formas geométricas que se combinan con los colores. La verdad es que después de visitar a Sorolla, diría que hasta un tanto decepcionante. La exposición se compone de tres salas, en la primera aparecen una serie de acuarelas, con todas las combinaciones posibles de lineas rectas, a esta, mi marido (que no es muy de arte abstracto) la bautizó como "sala de las banderas", y aunque lo haga para chincharme, tengo que reconocer que acertó con el nombre, porque eso es lo que parece, una exposición de banderas. La segunda, es realmente impresionante, está compuesta por una serie de lienzos pintados al óleo de su colección Wall of light y en la tercera sala encontramos una selección de fotografías que el artista ha ido realizando en distintos países, entre las que se encuentran las realizadas en sus visitas a la Alhambra. A mí, en particular me dejó un poco fría. La encontré monótona, tremendamente repetitiva. Es posible que su genialidad radique en saber, a través de sencillas lineas, como lograr comunicarse con el observador o puede que no persiga nada, solo mostrar belleza, no sé, yo en esto del abstracto, tampoco me aclaro mucho. En cualquier caso, me alegro de que fuese gratuita, porque de lo contrarío me habría sentido un poco engañada. Dejo un enlace de la exposición de Sean Scully (mejor explicada, por supuesto) y una de las obras de su serie Wall of light, que hay que reconocer, que son muy impactantes visualmente.



La exposición de Scully, nos deparaba una sorpresa inesperada. En unos de los rincones de la capilla, de paso de una a otra sala, descubrimos la unión entre el Patio de los Arrayanes y el Palacio de Carlos V. Pudimos observar desde arriba la fuente que surte de agua la alberca que preside este patio y el interior de las magnificas celosías donde se pueden apreciar los restos de las antiguas yeserias que adornaban las paredes. Desde ese rincón, convertido en una atalaya casual, eramos testigos de el ir y venir de los operarios, que una vez acabado el horario de visitas y vacío el patio de visitantes, se afanaban en preparar el monumento para los próximos turistas. Fue como colarnos a hurtadillas por la puerta trasera en un lugar reservado solo a unos pocos privilegiados, como asistir al acicalamiento de la novia antes de la boda, por un momento me sentí una voyeur de lujo.





Enlaces:

http://www.alhambra-patronato.es/fileadmin/PAG/difusion/noticias/SOROLLA_FOLLETO.pdf

http://www.alhambra-patronato.es/fileadmin/PAG/difusion/expo_otras_actividades/SCULLY_FOLLETO.pdf